Stanford Financial: el ascenso y caída de una máquina de ventas financieras

En enero, Stanford Financial Group llevó a más de 200 empleados internacionales a Miami para una reunión de fin de semana y un viaje en yate. En un discurso, el presidente de la compañía, el millonario R. Allen Stanford, anunció un concurso de ventas trimestrales.

Lo que Stanford no reveló, cuenta un empleado que asistió a la reunión, era que su imperio financiero necesitaba desesperadamente el efectivo de las ventas para sobrevivir. Los clientes recientemente habían retirado unos US$500 millones del banco. Sus activos se habían agotado y las facturas se acumulaban, según documentos judiciales.

Ahora, las autoridades de Estados Unidos dicen que gran parte de los US$8.000 millones que Stanford Financial recaudó vendiendo certificados de depósito (CD) ha desaparecido. En documentos judiciales, la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU. (SEC) ha descrito a Stanford Financial como una pirámide financiera masiva, en el que las nuevas inversiones eran utilizadas para pagarles a los previos inversionistas.

Entrevistas con varios ex empleados y personas involucradas en la investigación, además de documentos internos de Stanford, ofrecen una descripción del banco como una máquina de ventas que presionaba duramente a sus empleados para que promocionaran CD con un programa de incentivos y engañaba a inversionistas que pedían detalles sobre sus inversiones.

En febrero, la SEC presentó una demanda civil acusando a Stanford y otros dos ejecutivos —James M. Davis y Laura Pendergest-Holt— de tramar un masivo fraude. Un juez federal de EE.UU. ha puesto las compañías de Stanford bajo administración judicial y sus operaciones han cesado. Pendergest-Holt también enfrenta una demanda criminal aparte por obstrucción a la justicia.

Contactado a su teléfono celular, Stanford, de 59 años, declinó hacer comentarios. David Finn, abogado de Davis, el director general de finanzas de la empresa, señaló que están "cooperando completamente con la investigación". A través de un abogado, Pendergest-Holt, la directora general de inversión, negó haber actuado inapropiadamente.

Stanford Financial parecía una compañía sólida. Poseía oficinas lujosas, muchas de ellas adornadas con mármol verde y caoba, a lo largo de EE.UU., Suiza y en países latinoamericanos como México, Venezuela y Perú, en las que tenía 430 asesores financieros.

Stanford, oriundo de Texas, se dedicó a invertir en inmuebles desvalorizados y, en 1985, fundó un banco en la isla de Montserrat, en el Caribe, para depositar los fondos de sus inversionistas en bienes raíces. Cinco años después, debido al estricto control del gobierno británico sobre la industria bancaria en el exterior, trasladó su banco a Antigua, otro paraíso fiscal.

El financista se convirtió en una figura prominente en la isla. El eje de su imperio financiero era su banco en Antigua, Stanford International Bank Ltd., que emitió los CD vendidos en EE.UU. y América Latina. En EE.UU., fueron vendidos por una filial de corretaje, Stanford Group Co.

Rentabilidad excesiva

Los CD prometían rendimientos más altos que los de bancos estadounidenses. Stanford Financial aseguraba que eso era posible gracias a sus ventajas tributarias en el exterior. Fueron promocionados a los clientes como instrumentos conservadores. "Nuestra estrategia se basa en una metodología de inversión que busca minimizar el riesgo y lograr liquidez", afirmaba en un documento que venía con los CD.

Los asesores financieros de Stanford tenían incentivo para promocionar los certificados de depósito, los cuales les daban mayores comisiones que otros productos: un pago fijo de 1% más la posibilidad de obtener un 1% extra al año sobre el término de la cuenta si vendían por lo menos US$2 millones en un trimestre.

Los asesores a veces acompañaban a potenciales compradores de CD en viajes pagados de tres días a Antigua para que pudiera conocer a los directivos bancarios.

Mark Tidwell, quien trabajó de 2004 a 2007 como asesor financiero y gerente de ventas en la oficina de Houston de Stanford Group, dice que cuando uno de sus clientes corporativos le preguntó en una ocasión en qué invertía el banco, Juan Rodríguez-Tolentino, el director general del banco, esquivó la pregunta, contestando: "Uno no le pregunta a Bank of America en qué está invirtiendo". Rodríguez-Tolentino declinó realizar comentarios.

El segundo producto más lucrativo para las operaciones de Stanford en EE.UU. fue un producto de inversión de fondos mutuos llamado Stanford Allocation Strategy, o SAS. Estaba conformado por fondos de terceras partes comprados de compañías como Putnam Investments y Vanguard Group Inc. En 2007 y 2008, el brazo de corretaje de Stanford vendió unos US$1.200 millones en productos, según la SEC.

La unidad de corretaje de EE.UU. creció rápidamente, pasando de tener media docena de oficinas en 2004 a más de 20 oficinas el año pasado.

La costosa operación, parece, se mantenía a flote con ganancias de las ventas de CD. Los depósitos en el banco de Stanford en Antigua aumentaron de US$3.000 millones en 2004 a US$8.000 millones el año pasado, indican documentos internos de Stanford. La unidad de corretaje de EE.UU. perdió decenas de millones de dólares en ese periodo, según la SEC. En ese tiempo, el banco y Stanford transfirieron cientos de millones de dólares a la unidad, según la SEC.

En diciembre mismo, en un reporte a clientes tras el escándalo Madoff y la tormenta en los mercados financieros, el banco Stanford afirmó ser "fuerte, seguro y financieramente sólido". Pero la presión iba en aumento. Espantados por la crisis financiera global, los clientes empezaron a retirar dinero.

Entre el 21 de enero y el 6 de febrero, los ejecutivos de Stanford hablaron sobre los crecientes problemas en una serie de reuniones en Miami, según una declaración jurada del FBI incluida en una denuncia contra Pendergest-Holt. El propósito de las reuniones, dice el FBI, era prepararse para testificar ante la SEC, que estaba investigando a las compañías de Stanford e indagando en la contabilidad detrás de los activos ligados a los CD.
[Stanford]

Durante una reunión, Pendergest-Holt reveló que un grupo de activos se había reducido de US$850 millones en junio a US$350 millones, dice el FBI. Mostró un gráfico que contenía mucho más de US$3.000 millones en bienes raíces y un préstamo de US$1.600 a Allen Stanford. La declaración jurada, que describe conversaciones que se desarrollaron durante las reuniones, no incluye los nombres de los otros ejecutivos involucrados. The Wall Street Journal los identificó a través de entrevistas con fuentes al tanto.

En una conversación telefónica posterior, el abogado externo de Stanford Financial, Thomas Sjoblom, le dijo al abogado general de Stanford, P. Mauricio Alvarado: "Los activos podrían o no estar ahí", según la declaración jurada, sin identificar a los hombres por su nombre.

Rodríguez-Tolentino indicó que si el gráfico de Pendergest-Holt era preciso, entonces Stanford International Bank sería insolvente. Danny Bogar, el presidente de Stanford Group, "se puso a llorar" en un momento, según la declaración jurada, una vez más sin mencionar nombres. Luego, Sjoblom "sugirió que comenzaran a rezar juntos". La declaración jurada afirmó que Sjoblom le dijo a una ejecutiva, Lena Stinson: "La fiesta terminó".

Sjoblom, quien luego dejó de representar legalmente a Stanford, no devolvió llamados en busca de comentarios. Bogar, Alvarado y Stinson declinaron hacer comentarios.

Los investigadores ahora estiman que menos de la mitad de los US$8.000 millones recaudados a través de ventas de CD será recuperada.

AUTOR : Steve Stecklow
FUENTE : WALL STREET JOURNAL

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