«Lectura balanceada de la economía peruana»: oxímoron o milonga
El
libro «Qué se puede hacer con el Perú:
ideas para sostener el crecimiento económico de largo plazo» de Piero
Ghezzi y José Gallardo, es un texto con el que vale la pena debatir. Luego de un
diagnóstico supuestamente «balanceado» del modelo económico neoliberal, ellos proponen
un conjunto de medidas con la idea de que «No tiene sentido arriesgar lo ganado
con cambios mayúsculos». Ahora comentaremos solo su «diagnóstico balanceado».
Explicación
«balanceada» del desempeño de la economía
«El
buen desempeño que la economía registra desde comienzos de la década de 1990», se
explica –dicen--, tanto por factores internos (el programa de estabilización de
1990 que genera «una mayor fortaleza macroeconómica», «el establecimiento de un
modelo de crecimiento orientado hacia el mercado que favorece la inversión
privada», la «derrota de la subversión, etc.»), como por factores externos («el
alto precio de las materias primas de exportación de los últimos 10 años como
consecuencia, en gran parte, de la creciente importancia global de la economía
China»). «Todo esto, dicen, ha contribuido a un círculo virtuoso de
crecimiento, sostenibilidad en el tiempo de las política públicas y paulatino
afianzamiento de la institucionalidad democrática».
Para
«balancear» este diagnóstico optimista, los autores muestran que se ha avanzado
poco «en los denominados “pilares del bienestar” de la sociedad». No se ha avanzado
en educación y salud de calidad, el crecimiento económico no se basa en
aumentos genuinos y generalizados de la productividad, la desigualdad en la
distribución del ingreso «sigue siendo alta y persistente», las brechas de bienestar
entre las zonas urbanas y del interior del país persisten, etc.
Para
explicar este «desempeño desigual» de la economía, dan tres razones: a)
desconocimiento al inicio de la década de 1990 del «efecto de la globalización
sobre el empleo, la productividad y la distribución o el rol de la educación
sobre la ventaja comparativa de las naciones»; b) limitación para hacer buenas
políticas públicas debido a «la incapacidad de lograr equipos técnicos estables
que trabajen en condiciones adecuadas»; y, c) debilidad institucional que
impide «garantizar que el crecimiento económico permita mejores posibilidades y
oportunidades para segmentos amplios de la población, y mejorar el modelo».
Los
errores metodológicos del diagnóstico
Ghezzi
y Gallardo cometen dos errores metodológicos notables: a) suponen que las
políticas fiscal, monetaria y cambiaria no tienen solución de continuidad; y,
b) suponen que los problemas en los «pilares del bienestar» no tienen relación
con las políticas implementadas en la década de 1990. Si estos errores se pasan
por alto, tendríamos que aceptar el oxímoron de que la economía y la
institucionalidad de ese período fueron una «luz oscura» y un «latrocinio
honrado», o el embuste de que las políticas neoliberales no son responsables
del deterioro de los «pilares del bienestar».
Primero,
las políticas fiscal, monetaria y cambiaria de la década de 1990, no son las
mismas que se aplicaron durante el gobierno de Toledo. Sus respectivos esquemas
institucionales se reformaron sustantivamente entre 2001 y 2003. Se introdujo el
esquema de metas explícitas de inflación, con la tasa de interés de referencia
como instrumento de política que reemplazó al control de los agregados
monetarios. También se introdujo una regla de intervenciones esterilizadas en
el mercado cambiario para morigerar las fluctuaciones del tipo de cambio,
abandonando el papel de instrumento antiinflacionario que se le asignó durante
el «fujimorato». Además, se creó el mercado de deuda pública en moneda local
que permitió pre-pagar la deuda pública externa y generar una curva de
rendimiento que sirve de referencia para las emisiones privadas de deuda en moneda
local. Esto permitió disminuir el peso de la deuda pública externa. La inflación anual de
un dígito y menor, en promedio, al 3.5%, y el bajo ratio de deuda a PBI, se
deben a estas reformas.
Segundo,
la política fiscal de la década de 1990 se orientó a servir la deuda externa,
generando superávit primarios en 1991-1993 y 1996-1998, excepto en la «fiesta
fiscal reeleccionista» de 1994-1995 cuando estos bajaron a 0.9% y a 0.3%,
respectivamente. Esta política afectó al crecimiento al reducir o estancar los
gastos en educación y salud, y descuidar la infraestructura social y económica.
Además, se desmantelaron las oficinas de planeamiento y estadística sectoriales.
La
política monetaria también fue contraria al crecimiento porque encareció el
crédito. Su costo disminuyó recién con el influjo masivo de capitales. En un
contexto caracterizado por bajas tasas de interés internacional, política
monetaria doméstica restrictiva y tipo de cambio sobrevaluado, los
bancos se endeudaron en el exterior y dolarizaron crecientemente los créditos
en el mercado doméstico. La crisis internacional de 1998-1999, produjo una
recesión y un «overshooting»
cambiario que generó una crisis bancaria. El rescate bancario le costó al gobierno
cerca de mil millones de dólares. Las políticas fiscal y monetaria de esa
década fueron inoperantes para salir de la recesión, e ineficientes para bajar
la inflación a un dígito.
Las
privatizaciones tampoco tuvieron efectos económicos expansivos. Por el
contrario, al cobrar precios de monopolio en electricidad y telefonía, se elevó
el costo de producción de las empresas. Tampoco podían ser fuente de
crecimiento los sueldos y salarios reales porque se mantuvieron estancados en
37.2% de su valor registrado en 1987, afectando los «pilares del bienestar» de
los trabajadores.
A
modo de conclusión
En
la década de 1990 la economía creció a tasas, a pesar de las políticas
macroeconómicas del Consenso de Washington, solo durante cuatro años (1993,
1994, 1995 y 1997). Este crecimiento fue impulsado por el aumento en los
precios de los minerales que coincidió con la recuperación de la economía de
Estados Unidos: crecieron a la tasa de 38.2% entre 1991 y 1995; pero entre 1995
y 2002 crecieron solo a la tasa de 1.1% promedio anual.
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