Minería y diálogos pendientes
Por Armando Mendoza
Nuevamente noticias sobre la minería ocupan las planas de los medios. Por un lado, en la reciente Convención Minera se multiplicaron las alabanzas y congratulaciones a la minería y su aporte. “Perú, país minero” se repitió una y otra vez, con tono de tema zanjado. Pero, por otro lado, en estos mismos días hubo anuncios que ponen en duda la viabilidad de Conga y Tía María, dos megaproyectos mineros que llevan años entrampados en sus respectivos laberintos socio ambientales, mientras en Madre de Dios el problema de la minería ilegal sigue fermentándose.
¿Cómo explicar la paradoja de un país donde la minería es celebrada y, sin embargo, encara una fuerte resistencia? Claro, podemos conformarnos con la explicación simplista (o, más bien, simplona) de que las controversias que enfrenta la minería son producto exclusivo de los “extremistas”, los “terrucos”, los “malos peruanos”, etc. Pero la realidad es más compleja y va más allá de clichés y estereotipos: las controversias por los proyectos mineros reflejan la carencia de una visión coherente y equilibrada de la relación entre la minería y el resto del país; relación marcada por profundos conflictos, pero que, guste o no, es un elemento central desde una perspectiva de desarrollo nacional.
Tan absurdo como negar la importancia de la minería para la economía peruana es el enfocarse exclusivamente en las ventajas y beneficios que genera, mientras se obvian las restricciones y costos que conlleva. Y es que hay una cantidad de temas que encarar en relación al real rol e impacto de la minería: el manejo adecuado de los pasivos ambientales, la disociación con las economías locales y regionales, la sostenibilidad de los ingresos que genera, el desplazamiento y postergación de otras actividades productivas, etc.; cuestiones pendientes que son fáciles de ignorar en épocas de vacas gordas, pero no tanto en las épocas de vacas flacas.
El evento “Diálogos sobre Inversiones ambiente y Transiciones” que durante esta semana se viene desarrollando en la Universidad Ruiz de Montoya, ofrece en su programa un buen ejemplo de la diversidad de temas relacionados a la minería y su impacto, sobre los cuales el debate está abierto: política de inversiones, seguridad energética, desarrollo sostenible, preservación de la Amazonía, derechos económicos y sociales, entre otros.
Justamente en ese debate inconcluso es que tenemos que perseverar, sin exclusiones ni prejuicios, todos los sectores cuyos legítimos intereses dependen o son afectados por la minería, si queremos integrar un proyecto de desarrollo que vaya más allá de simplemente disfrutar los periodos de auge por factores externos mientras se siguen pateando los problemas y las decisiones para adelante.
Nuevamente noticias sobre la minería ocupan las planas de los medios. Por un lado, en la reciente Convención Minera se multiplicaron las alabanzas y congratulaciones a la minería y su aporte. “Perú, país minero” se repitió una y otra vez, con tono de tema zanjado. Pero, por otro lado, en estos mismos días hubo anuncios que ponen en duda la viabilidad de Conga y Tía María, dos megaproyectos mineros que llevan años entrampados en sus respectivos laberintos socio ambientales, mientras en Madre de Dios el problema de la minería ilegal sigue fermentándose.
¿Cómo explicar la paradoja de un país donde la minería es celebrada y, sin embargo, encara una fuerte resistencia? Claro, podemos conformarnos con la explicación simplista (o, más bien, simplona) de que las controversias que enfrenta la minería son producto exclusivo de los “extremistas”, los “terrucos”, los “malos peruanos”, etc. Pero la realidad es más compleja y va más allá de clichés y estereotipos: las controversias por los proyectos mineros reflejan la carencia de una visión coherente y equilibrada de la relación entre la minería y el resto del país; relación marcada por profundos conflictos, pero que, guste o no, es un elemento central desde una perspectiva de desarrollo nacional.
Tan absurdo como negar la importancia de la minería para la economía peruana es el enfocarse exclusivamente en las ventajas y beneficios que genera, mientras se obvian las restricciones y costos que conlleva. Y es que hay una cantidad de temas que encarar en relación al real rol e impacto de la minería: el manejo adecuado de los pasivos ambientales, la disociación con las economías locales y regionales, la sostenibilidad de los ingresos que genera, el desplazamiento y postergación de otras actividades productivas, etc.; cuestiones pendientes que son fáciles de ignorar en épocas de vacas gordas, pero no tanto en las épocas de vacas flacas.
El evento “Diálogos sobre Inversiones ambiente y Transiciones” que durante esta semana se viene desarrollando en la Universidad Ruiz de Montoya, ofrece en su programa un buen ejemplo de la diversidad de temas relacionados a la minería y su impacto, sobre los cuales el debate está abierto: política de inversiones, seguridad energética, desarrollo sostenible, preservación de la Amazonía, derechos económicos y sociales, entre otros.
Justamente en ese debate inconcluso es que tenemos que perseverar, sin exclusiones ni prejuicios, todos los sectores cuyos legítimos intereses dependen o son afectados por la minería, si queremos integrar un proyecto de desarrollo que vaya más allá de simplemente disfrutar los periodos de auge por factores externos mientras se siguen pateando los problemas y las decisiones para adelante.
Comentarios