Mala noticia: hay fósiles para rato
Por Humberto Campodonico
La Administración de Información Energética (EIA) de EEUU dice en su último informe que el consumo de energía mundial aumentará en 56% del 2010 al 2040, llegando a 820,000 billones de BTU. La mitad del aumento es por China e India, lo que confirma el creciente peso asiático: en el 2040 tendrá el 41% del consumo de energía. Los demás emergentes el 24% y la OCDE el 48% restante.
Lo lamentable es que el consumo de fósiles (carbón e hidrocarburos –petróleo y gas natural–) será aún el 80% del total al 2040, mientras el consumo de las energías renovables (hidroeléctrica, solar, eólica) si bien aumentará del 11 al 15% del total, no marca aún un cambio de tendencia. La energía nuclear tiene el 7% restante.
Así, continúa el mismo patrón de consumo que antes recorrió Occidente. En América Latina: el consumo de fósiles baja solo del 64 al 60% del 2010 al 2040. En la mayoría de países ha aumentado la producción y el consumo de hidrocarburos.
Los fósiles emiten dióxido de carbono (CO2) y son la madre del calentamiento global. Su emisión aumentará 46%, pasando de 31,000 a 45,000 millones de toneladas métricas del 2010 al 2046. Un verdadero desastre porque la temperatura promedio de la tierra –que ya ha subido 1°C- aumentaría por lo menos 2°C más hacia fines de siglo. Señalemos que, de los fósiles, el gas natural contamina menos.
Hay problemas serios entonces. Uno es que el Convenio Marco de la ONU contra el Cambio Climático va a encontrar muchas dificultades para conseguir reducción de emisiones de los más contaminadores –China y EEUU–. La reunión clave –que debiera concluir en un compromiso vinculante que reemplace al concluido Protocolo de Kioto– será la Conferencia entre las Partes de París del 2015 (COP 21), que será antecedida por la COP 20 en Lima, el próximo año.
La reducción de emisiones de CO2 es un caso típico de bien público global: su solución solo se da si todos se comprometen. Si algún país individualmente redujera su producción de fósiles, otros países con menos escrúpulos –que los hay, a patadas– tomarán inmediatamente su lugar para satisfacer la demanda mundial.
Es claro que el cambio de la matriz energética mundial choca con enormes intereses privados que lucran con el actual patrón de producción y consumo de energía. Y se resisten al cambio hacia nuevas tecnologías que ya están en el mercado.
Pero tiene conflicto también con objetivos globales loables como la reducción de la pobreza mundial al 2015, parte los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU: si no se reducen los costos de energía, los pobres seguirán gastando buena parte de sus ingresos en transporte, luz y cocción de alimentos (balón de GLP). Y buena parte de esa energía proviene de los fósiles.
Mientras la solución global se discute en la ONU, cada país debe tener su plan energético de largo plazo para cambiar su matriz impulsando, sobre todo, la producción de energías alternativas. Lamentablemente, a pesar de algunos avances, en el Perú no hay ni plan de largo plazo (1) ni impulso serio a las energías alternativas. Hay diversas iniciativas, limitadas, para “masificar” el gas natural.
El gran reto es masificar su consumo para sustituir al petróleo, lo que comienza con el gasoducto surandino, que, además, descentralizaría el bajo costo de la energía que hoy solo beneficia a Lima. La población de Cusco, Puno, Apurímac, Arequipa, Moquegua y Tacna tendría gas en sus domicilios, a 12 soles de verdad. Y buena parte del transporte automotor consumiría GNV de Camisea, que contamina menos y es más barato.
Además, el etano del gas natural sirve para la petroquímica, que industrializa, da valor agregado y promueve la creación de cientos de PYMES. Según un estudio de Apoyo Consultoría, en el periodo 2010-2045 el impacto sería de al menos 1% del PBI y superaría los 40,000 empleos directos.
El aumento de la explotación del gas de Camisea podría conllevar problemas ambientales y sociales, por lo que se debe cumplir con el respeto de los derechos de los pueblos originarios y la preservación de la biodiversidad.
La cuestión es que las perspectivas –terribles– de mantenimiento de la fosilización deben ser encaradas globalmente. A nivel país, hay que cambiar la matriz energética, promover las renovables, ahorrar energía e impulsar el uso del gas natural para reducir la contaminación y avanzar hacia el desarrollo sostenible. No queda otra.
(1) http://www.otramirada.pe/content/combustibles-al-alcance-del-bolsillo-po...
La Administración de Información Energética (EIA) de EEUU dice en su último informe que el consumo de energía mundial aumentará en 56% del 2010 al 2040, llegando a 820,000 billones de BTU. La mitad del aumento es por China e India, lo que confirma el creciente peso asiático: en el 2040 tendrá el 41% del consumo de energía. Los demás emergentes el 24% y la OCDE el 48% restante.
Lo lamentable es que el consumo de fósiles (carbón e hidrocarburos –petróleo y gas natural–) será aún el 80% del total al 2040, mientras el consumo de las energías renovables (hidroeléctrica, solar, eólica) si bien aumentará del 11 al 15% del total, no marca aún un cambio de tendencia. La energía nuclear tiene el 7% restante.
Así, continúa el mismo patrón de consumo que antes recorrió Occidente. En América Latina: el consumo de fósiles baja solo del 64 al 60% del 2010 al 2040. En la mayoría de países ha aumentado la producción y el consumo de hidrocarburos.
Los fósiles emiten dióxido de carbono (CO2) y son la madre del calentamiento global. Su emisión aumentará 46%, pasando de 31,000 a 45,000 millones de toneladas métricas del 2010 al 2046. Un verdadero desastre porque la temperatura promedio de la tierra –que ya ha subido 1°C- aumentaría por lo menos 2°C más hacia fines de siglo. Señalemos que, de los fósiles, el gas natural contamina menos.
Hay problemas serios entonces. Uno es que el Convenio Marco de la ONU contra el Cambio Climático va a encontrar muchas dificultades para conseguir reducción de emisiones de los más contaminadores –China y EEUU–. La reunión clave –que debiera concluir en un compromiso vinculante que reemplace al concluido Protocolo de Kioto– será la Conferencia entre las Partes de París del 2015 (COP 21), que será antecedida por la COP 20 en Lima, el próximo año.
La reducción de emisiones de CO2 es un caso típico de bien público global: su solución solo se da si todos se comprometen. Si algún país individualmente redujera su producción de fósiles, otros países con menos escrúpulos –que los hay, a patadas– tomarán inmediatamente su lugar para satisfacer la demanda mundial.
Es claro que el cambio de la matriz energética mundial choca con enormes intereses privados que lucran con el actual patrón de producción y consumo de energía. Y se resisten al cambio hacia nuevas tecnologías que ya están en el mercado.
Pero tiene conflicto también con objetivos globales loables como la reducción de la pobreza mundial al 2015, parte los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU: si no se reducen los costos de energía, los pobres seguirán gastando buena parte de sus ingresos en transporte, luz y cocción de alimentos (balón de GLP). Y buena parte de esa energía proviene de los fósiles.
Mientras la solución global se discute en la ONU, cada país debe tener su plan energético de largo plazo para cambiar su matriz impulsando, sobre todo, la producción de energías alternativas. Lamentablemente, a pesar de algunos avances, en el Perú no hay ni plan de largo plazo (1) ni impulso serio a las energías alternativas. Hay diversas iniciativas, limitadas, para “masificar” el gas natural.
El gran reto es masificar su consumo para sustituir al petróleo, lo que comienza con el gasoducto surandino, que, además, descentralizaría el bajo costo de la energía que hoy solo beneficia a Lima. La población de Cusco, Puno, Apurímac, Arequipa, Moquegua y Tacna tendría gas en sus domicilios, a 12 soles de verdad. Y buena parte del transporte automotor consumiría GNV de Camisea, que contamina menos y es más barato.
Además, el etano del gas natural sirve para la petroquímica, que industrializa, da valor agregado y promueve la creación de cientos de PYMES. Según un estudio de Apoyo Consultoría, en el periodo 2010-2045 el impacto sería de al menos 1% del PBI y superaría los 40,000 empleos directos.
El aumento de la explotación del gas de Camisea podría conllevar problemas ambientales y sociales, por lo que se debe cumplir con el respeto de los derechos de los pueblos originarios y la preservación de la biodiversidad.
La cuestión es que las perspectivas –terribles– de mantenimiento de la fosilización deben ser encaradas globalmente. A nivel país, hay que cambiar la matriz energética, promover las renovables, ahorrar energía e impulsar el uso del gas natural para reducir la contaminación y avanzar hacia el desarrollo sostenible. No queda otra.
(1) http://www.otramirada.pe/content/combustibles-al-alcance-del-bolsillo-po...
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