Economía sin democracia
Por Pedro Francke
Las protestas contra la repartija mostraron el descontento ciudadano con arreglos políticos en las alturas que no tienen en cuenta el sentir de la calle. Sin embargo, la respuesta de varios analistas y del poder mediático ha sido blindar a los directores del Banco Central de Reserva elegidos por el Congreso en el mismo bloque de la misma repartija. Dos ideas de fondo están detrás de esto: que la política económica neoliberal es exitosa y que se la debe asilar del “ruido político”.
Este es, en realidad, uno de los grandes déficits de la democracia peruana: la política económica. Desde los tiempos de Fujimori, se mantiene en esencia la misma orientación neoliberal. El más reciente botón de muestra de este continuismo ha sido el vergonzoso retroceso con el plan quinquenal de Petroperú. El resultado más notorio de esa política es que junto a un crecimiento inestable tenemos una enorme desigualdad económica y un deterioro de los derechos sociales.
Lo peor es que la política económica se mantiene EN CONTRA de la democracia. Si algo caracterizó a Ollanta Humala entre el 2005 y el 2011 fue criticar la política económica y proponer revisar los TLC, establecer el impuesto a las sobreganancias mineras, afirmar que “el agua está antes que el oro”, restablecer derechos laborales, para que llegado al gobierno traicione todo eso en pocos meses.
Ollanta no fue el primero, ya que antes tanto Toledo como Alan García habían prometido cambios en la política económica que no cumplieron, pero Humala sí fue el más radical en su propuesta original y en su giro posterior. La democracia quedó vaciada de contenido; la ciudadanía votó por una política y nos enyucaron otra.
Para algunos, la economía es algo “técnico” y debe dejarse a los especialistas decidir la política económica. No puedo dejar de sentirme algo halagado como economista; pero así como la guerra es algo demasiado serio como para dejársela a los militares, algo similar pasa con la economía: es esencialmente política. Con las medidas económicas se decide quién gana y quién pierde, qué comportamientos premiamos, qué rumbos trazamos para nuestro futuro como país.
La política económica es demasiado importante para ser decidida entre cuatro paredes; la democracia tiene que decidir sobre ella. Basta de continuismo y repartijas.
Las protestas contra la repartija mostraron el descontento ciudadano con arreglos políticos en las alturas que no tienen en cuenta el sentir de la calle. Sin embargo, la respuesta de varios analistas y del poder mediático ha sido blindar a los directores del Banco Central de Reserva elegidos por el Congreso en el mismo bloque de la misma repartija. Dos ideas de fondo están detrás de esto: que la política económica neoliberal es exitosa y que se la debe asilar del “ruido político”.
Este es, en realidad, uno de los grandes déficits de la democracia peruana: la política económica. Desde los tiempos de Fujimori, se mantiene en esencia la misma orientación neoliberal. El más reciente botón de muestra de este continuismo ha sido el vergonzoso retroceso con el plan quinquenal de Petroperú. El resultado más notorio de esa política es que junto a un crecimiento inestable tenemos una enorme desigualdad económica y un deterioro de los derechos sociales.
Lo peor es que la política económica se mantiene EN CONTRA de la democracia. Si algo caracterizó a Ollanta Humala entre el 2005 y el 2011 fue criticar la política económica y proponer revisar los TLC, establecer el impuesto a las sobreganancias mineras, afirmar que “el agua está antes que el oro”, restablecer derechos laborales, para que llegado al gobierno traicione todo eso en pocos meses.
Ollanta no fue el primero, ya que antes tanto Toledo como Alan García habían prometido cambios en la política económica que no cumplieron, pero Humala sí fue el más radical en su propuesta original y en su giro posterior. La democracia quedó vaciada de contenido; la ciudadanía votó por una política y nos enyucaron otra.
Para algunos, la economía es algo “técnico” y debe dejarse a los especialistas decidir la política económica. No puedo dejar de sentirme algo halagado como economista; pero así como la guerra es algo demasiado serio como para dejársela a los militares, algo similar pasa con la economía: es esencialmente política. Con las medidas económicas se decide quién gana y quién pierde, qué comportamientos premiamos, qué rumbos trazamos para nuestro futuro como país.
La política económica es demasiado importante para ser decidida entre cuatro paredes; la democracia tiene que decidir sobre ella. Basta de continuismo y repartijas.
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