La clase media global. ¿es revolucionaria?
Por Humberto Campodonico
En 1990 en el mundo había 5.200 millones de personas, de las cuales el 19%, unos mil millones, pertenecía a la llamada clase media global. Más del 80% de esta clase media estaba en EEUU, Europa y Japón. Después venía América Latina, Asia, el Medio Oriente y África con el 20% restante.
Se decía, entonces, que este gran aumento de la clase media se traducía en la aproximación de estilos de vida y de gustos culturales: se comían las mismas comidas, se veían las mismas películas y compraban los mismos autos. Se afirmaba, por eso, que las clases medias de distintos países tenían más relaciones entre sí que con sus compatriotas de sectores socioeconómicos inferiores.
Y también que la clase media global podría cumplir un rol revolucionario, ya que sus deseos de estabilidad y prosperidad podían transformar al mundo, como ya lo habían hecho las clases medias europeas en el siglo XIX, después de la Revolución Industrial.
Veinte años después, en el 2009, la población mundial asciende a 6.900 millones de personas, de las cuales 1.800 millones, el 26%, es de clase media. La cuestión es que ahora –según el informe de Álvaro de Vasconcelos para la Unión Europea– solo el 58% está en Europa, EEUU y Japón. Los asiáticos fueron los que más crecieron: China tiene el 9%, la India el 4% y el resto de Asia el 10%. De su lado, Brasil tiene el 5%, México el 4% y el resto de América Latina el 6%.
La discusión acerca de la importancia y el rol de la clase media global ha vuelto a ponerse sobre el tapete en los últimos tiempos por la irrupción de movimientos sociales de gran magnitud, que van desde la primavera árabe hasta las movilizaciones recientes en Turquía, Irán y Brasil. Uno de los temas claves a discutir es cómo se define y qué plantea la clase media global.
Si bien hay diferentes tipos de mediciones, puede decirse que la clase media es aquel sector que, después de haber cubierto todas sus necesidades básicas, dispone aún de un 30% de su ingreso para su libre disposición. Ese 30% significa más dinero en Europa y EEUU, pues sus ingresos en moneda dura son superiores a los del Asia o América Latina.
Pero lo más relevante para la clase media va mucho más allá que los ingresos económicos. Se trata de acceder a una mejor calidad de vida, lo que se logra con mejor educación, mejores puestos de trabajo y acceso a bienes propios. Y esto también tiene que ver con la política. Según un estudio de la Universidad de Michigan, una mejor educación hace que las personas les asignen un mayor valor a la democracia, a la libertad individual y a la tolerancia hacia estilos de vida distintos a los tradicionales. Además, tienen una menor tolerancia hacia los abusos del poder y, sobre todo, de la corrupción de las éliates gobernantes.
Las innovaciones tecnológicas son la base de este nuevo tejido social que permite la conexión directa de centenares de millones de personas y permite avanzar hacia la llamada “sociedad del conocimiento”. Los chips y microchips han puesto al mundo entero –literalmente– al alcance de la mano de las personas, impulsando una democratización sin precedentes a través de las relaciones sociales.
Así, en las dos últimas décadas ha cambiado el panorama social en el mundo. Las clases medias en los mercados emergentes son más grandes, están mejor educadas y tienen una mayor dotación de riqueza.
La pregunta es entonces ¿cuál es el rol político que puede jugar la clase media global en sus sociedades? ¿Hay una relación mecánica entre la riqueza de una sociedad y la libertad individual? ¿Hay acaso una línea recta entre prosperidad de las clases medias con la ampliación de la democracia y la lucha contra la corrupción?
Hay posiciones encontradas y debates no resueltos. Dice Moisés Naim que el desafío de las clases medias es que su protesta pueda transformarse en un cambio político duradero, dando paso a nuevas instituciones y políticas. Si esto no se logra, entonces las protestas se quedan en eso e, incluso, pueden ser aprovechadas por los partidarios del autoritarismo para acallar sus demandas.
El tema de la clase media global ha llegado para quedarse y discutirse. También en el Perú, ¿no es cierto?
En 1990 en el mundo había 5.200 millones de personas, de las cuales el 19%, unos mil millones, pertenecía a la llamada clase media global. Más del 80% de esta clase media estaba en EEUU, Europa y Japón. Después venía América Latina, Asia, el Medio Oriente y África con el 20% restante.
Se decía, entonces, que este gran aumento de la clase media se traducía en la aproximación de estilos de vida y de gustos culturales: se comían las mismas comidas, se veían las mismas películas y compraban los mismos autos. Se afirmaba, por eso, que las clases medias de distintos países tenían más relaciones entre sí que con sus compatriotas de sectores socioeconómicos inferiores.
Y también que la clase media global podría cumplir un rol revolucionario, ya que sus deseos de estabilidad y prosperidad podían transformar al mundo, como ya lo habían hecho las clases medias europeas en el siglo XIX, después de la Revolución Industrial.
Veinte años después, en el 2009, la población mundial asciende a 6.900 millones de personas, de las cuales 1.800 millones, el 26%, es de clase media. La cuestión es que ahora –según el informe de Álvaro de Vasconcelos para la Unión Europea– solo el 58% está en Europa, EEUU y Japón. Los asiáticos fueron los que más crecieron: China tiene el 9%, la India el 4% y el resto de Asia el 10%. De su lado, Brasil tiene el 5%, México el 4% y el resto de América Latina el 6%.
La discusión acerca de la importancia y el rol de la clase media global ha vuelto a ponerse sobre el tapete en los últimos tiempos por la irrupción de movimientos sociales de gran magnitud, que van desde la primavera árabe hasta las movilizaciones recientes en Turquía, Irán y Brasil. Uno de los temas claves a discutir es cómo se define y qué plantea la clase media global.
Si bien hay diferentes tipos de mediciones, puede decirse que la clase media es aquel sector que, después de haber cubierto todas sus necesidades básicas, dispone aún de un 30% de su ingreso para su libre disposición. Ese 30% significa más dinero en Europa y EEUU, pues sus ingresos en moneda dura son superiores a los del Asia o América Latina.
Pero lo más relevante para la clase media va mucho más allá que los ingresos económicos. Se trata de acceder a una mejor calidad de vida, lo que se logra con mejor educación, mejores puestos de trabajo y acceso a bienes propios. Y esto también tiene que ver con la política. Según un estudio de la Universidad de Michigan, una mejor educación hace que las personas les asignen un mayor valor a la democracia, a la libertad individual y a la tolerancia hacia estilos de vida distintos a los tradicionales. Además, tienen una menor tolerancia hacia los abusos del poder y, sobre todo, de la corrupción de las éliates gobernantes.
Las innovaciones tecnológicas son la base de este nuevo tejido social que permite la conexión directa de centenares de millones de personas y permite avanzar hacia la llamada “sociedad del conocimiento”. Los chips y microchips han puesto al mundo entero –literalmente– al alcance de la mano de las personas, impulsando una democratización sin precedentes a través de las relaciones sociales.
Así, en las dos últimas décadas ha cambiado el panorama social en el mundo. Las clases medias en los mercados emergentes son más grandes, están mejor educadas y tienen una mayor dotación de riqueza.
La pregunta es entonces ¿cuál es el rol político que puede jugar la clase media global en sus sociedades? ¿Hay una relación mecánica entre la riqueza de una sociedad y la libertad individual? ¿Hay acaso una línea recta entre prosperidad de las clases medias con la ampliación de la democracia y la lucha contra la corrupción?
Hay posiciones encontradas y debates no resueltos. Dice Moisés Naim que el desafío de las clases medias es que su protesta pueda transformarse en un cambio político duradero, dando paso a nuevas instituciones y políticas. Si esto no se logra, entonces las protestas se quedan en eso e, incluso, pueden ser aprovechadas por los partidarios del autoritarismo para acallar sus demandas.
El tema de la clase media global ha llegado para quedarse y discutirse. También en el Perú, ¿no es cierto?
Comentarios