28 de Julio. ¿Qué esperamos del mensaje?
Por Carlos Monge Salgado
Estamos a pocos días del Mensaje a la Nación que el Presidente de la República tradicionalmente dirige al país por motivo de las Fiestas Patrias.
Normalmente, se hace el balance de lo hecho durante el año y se anuncia lo que se viene. Y normalmente se trata de un mensaje con fuerte contenido económico. Sin embargo, hoy la atención de la opinión pública está centrada en los sucesos políticos de las últimas semanas.
Es que la vulgaridad de la repartija de los altos cargos del Tribunal Constitucional, el Banco Central de Reserva y la Defensoría del Pueblo y la tan rápida como contundente reacción de la ciudadanía, han precipitado una crisis política de proporciones que nadie venía venir. Como resultado, hoy se discute el sistema de partidos, el diseño y funcionamiento del Congreso de la República, y los arreglos políticos con los que se designa a los más altos funcionarios de las instituciones arriba mencionadas.
¿Qué balance y qué anuncios hará al respecto el Presidente de la República, directo responsable de la fracasada componenda congresal? Porque insistir en lavarse las manos frente a un arreglo que fue obviamente monitoreado al centímetro desde Palacio de Gobierno lo único que hace es empeorar su imagen. Y ¿qué podrán replicar los congresistas, cuando todas las bancadas –salvo la de FA-AP y honrosas excepciones personales- participaron entusiastamente de tan sucio arreglo?
Dicho lo anterior, no se pueden pasar por alto temas económicos fundamentales del año que pasó: la elección de nuevos miembros del BCR que aseguran la continuidad de la ortodoxia neoliberal en su manejo; la reforma del Servicio Civil que mezcla aspectos positivos como la integración de regímenes laborales y la meritocracia con cosas inaceptables como la eliminación de derechos de negociación colectiva y el haber exceptuado a las instituciones donde trabaja la alta tecnocracia, como el BCR, la SUNAT y otras; la propuesta de una reforma de la salud con la derecha política reclamando la abierta privatización del sector; las asociaciones pública privadas para garantizarle a los grandes inversionistas la rentabilidad de su inversión a costa del recurso público. Ni qué decir del paquete de reformas que dio en respuesta a la caída de los precios de los minerales, que ya ha sido materia de amplios comentarios.
Hay pues la necesidad de dar explicaciones y hacer mea culpa frente a la fracasada repartija política de cargos públicos fundamentales y de anunciar al país reformas básicas en ese terreno. Pero también de extender esa autocrítica al continuismo económico neoliberal mezclado con el mercantilismo de los de siempre.
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