¿Enfermedad Holandesa en el Perú?
Por Jürgen Schuldt
Sin embargo, de suceder lo
que nadie desea y de manejarse adecuadamente, podría lograrse un “soft landing”,
gracias a los paracaídas que representan el stock disponible de RIN (US$ 70.000
millones) y aquel del fondo de estabilización (cercano a los US$ 7.000´).
Además, el gobierno ya está adoptando algunas medidas para afrontar lo peor,
para lo que viene frenando la excesiva expansión de la demanda interna,
aumentando la recaudación tributaria (SUNAT) y restringiendo el crédito (SBS y
BCRP). Hay que reconocer, además, que ha habido un florecimiento de las
economías regionales en el país durante el último trienio, lo que también nos
permitiría ser más optimistas frente al potencial embate externo.
Durante las dos últimas
décadas hemos gozado un notable boom
de exportaciones minero-hidrocarburíferas y de inversión extranjera directa. Desde
hace unos años, a pesar de las masivas compras de dólares por parte del Banco
Central, a fin de suavizar la caída del tipo de cambio, estamos sufriendo la
“enfermedad holandesa”, una de las típicas patologías de la “maldición de los
recursos naturales”. Entre enero de 2003 y principios del presente año el tipo de cambio real bilateral (respecto
al US$) se revaluó en un impresionante 31,1%;
mientras que el tipo de cambio real
multilateral (relativo a las divisas de los países con los que comerciamos)
lo hizo en 19% desde mediados del 2007
hasta hace poco (véase Gráfico adjunto).
Las consecuencias de esa
sobrevaluación del sol, jalonada por el abaratamiento de las importaciones, la
expansión del gasto público y el inusual flujo y abaratamiento del crédito
interno son conocidas. Por el lado positivo, el síndrome dio lugar a un espectacular auge de la producción de los
sectores no transables: construcción
y conexos, energético, variados servicios y comercio retail. Por el lado negativo, han
sufrido los sectores transables, que han crecido menos que los antedichos,
especialmente ciertas ramas de la industria manufacturera, del agro y de la
pesca, de lo que ha venido quejándose durante años el gremio de los
exportadores “no tradicionales” (ADEX), proponiendo –con poco éxito- diversas
medidas para recuperar la competitividad perdida. Todo
ello acompañado por una expansión exagerada de las importaciones de bienes (vis a vis las exportaciones) que –a
partir de este año- amenazan con un déficit cuantioso en la balanza comercial.
La gravedad del problema se
confirma si se tiene en cuenta que sólo el año pasado 2.424 pequeñas y medianas
empresas exportadoras de productos no-tradicionales dejaron de exportar. Se
trata principalmente de aquellas radicadas en las ramas de agroindustria, madera,
confecciones, textiles, joyas y pesca, que son precisamente las que más empleo
generan. Según los cálculos más serios, de caer a 2,50 soles el tipo de cambio,
desaparecería gran parte de las 7.801 empresas exportadoras que existían el año
pasado. En cambio las exportaciones mineras sólo dejarían de ser rentables a
partir de 1,60 soles por US$, comenzando por el hierro, pasando por la plata y el
cobre, hasta llegar al oro, en ese orden.
Pero, esa enfermedad no
parece ser el problema mayor. Como la diabetes, avanza silenciosamente por los
azucarados manjares que hemos venido gozando: alto crecimiento económico, cuentas
fiscales y de balanza de pagos saneadas, baja inflación, elevados niveles de
consumo y de inversión, etc.
Pero el placer puede terminar inesperadamente por un shock de glucosa. Y eso es lo que parecería estar sucediendo como consecuencia de la reducción de los precios y el quantum de las principales exportaciones, así como por del frenazo de la inversión extranjera. De continuar ese proceso, observaremos que lo que viene después del síndrome holandés, que sólo afecta negativamente a ciertas ramas productivas, culmina en una transición aún peor. Porque, paradójicamente, curar el virus es bastante más penoso, ya que significa una rígida dieta involuntaria: devaluación del tipo de cambio, recorte drástico del gasto, inflación y caída del salario real, decrecimiento económico y desempleo, entre otros.
Pero el placer puede terminar inesperadamente por un shock de glucosa. Y eso es lo que parecería estar sucediendo como consecuencia de la reducción de los precios y el quantum de las principales exportaciones, así como por del frenazo de la inversión extranjera. De continuar ese proceso, observaremos que lo que viene después del síndrome holandés, que sólo afecta negativamente a ciertas ramas productivas, culmina en una transición aún peor. Porque, paradójicamente, curar el virus es bastante más penoso, ya que significa una rígida dieta involuntaria: devaluación del tipo de cambio, recorte drástico del gasto, inflación y caída del salario real, decrecimiento económico y desempleo, entre otros.
En síntesis, estas son algunas de las causas
y lamentables consecuencias de la “mentalidad mono-exportadora” que predomina
en el país y por la que no se valora la importancia de un mercado interno
amplio, descentralizado y competitivo para afrontar choques foráneos; los que podrían provenir de una
caída de la economía china, de la prolongación del letargo de las europeas y/o de una
recaída de la estadounidense.
FUENTE: BCRP.
NOTA: EL TIPO DE CAMBIO BANCARIO
COMPRA (PROMEDIO MENSUAL) ERA DE 3.60 SOLES POR DÓLAR entre agosto y noviembre
del año 2002. Hoy en día los exportadores cobran 1 sol menos que entonces por
cada dólar vendido (29% menos).
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