¿Shocks externos e internos en 2013?
Por German Alarco Tosoni
Las condiciones económicas externas e internas para 2013 son extremadamente volátiles. Los elementos estructurales y coyunturales (detonantes) para una nueva crisis, están sobre la mesa. La lista de variables y contenidos posibles de estas podría generar numerosos escenarios de análisis. Tanto una perspectiva inercial de las cosas dejada a manos de los creyentes absolutos del mercado, como la programación económica tradicional, no es útil ni suficiente en las circunstancias actuales.
Evidentemente este año será más complejo que 2012. Seguimos paralizados en el proceso de transición entre el cuarto y quinto ciclo tecnoeconómico mundial. No se sale del paradigma anterior vinculado al petróleo, pero el nuevo asociado a las tecnologías de la información y comunicaciones tampoco tiene capacidad de arrastre. La mayor parte de las economías europeas seguirán inmersas en programas de ajuste que no parecen tener mucho porvenir. La economía norteamericana continuará mostrando un desempeño mediocre en un frágil equilibrio político-ideológico. Aún la China tendrá una menor tasa de crecimiento como resultado del comportamiento del resto de bloques económicos y por los ajustes naturales vinculados a sus cambios políticos. Desafortunadamente se sigue ignorando la importancia de mitigar la excesiva concentración de la riqueza y de los ingresos en pocas manos. Tampoco hay vocación para colocar en su lugar, diseñar e implementar una nueva arquitectura del sistema financiero internacional y se elude la discusión colectiva –no solo entre grandes potencias- de los problemas económicos internacionales.
Nadie niega las altas tasas de crecimiento de la economía peruana, pero no solo queda pendiente que este proceso sea inclusivo, sino que se garantice su estabilidad y continuidad en el largo plazo. La lista de elementos y condiciones que pueden conspirar contra este crecimiento, es numerosa. La crisis podría detonarse con un shock externo amplificado por una crisis financiera interna derivada de la expansión del crédito al consumo e hipotecario que alimentan la burbuja inmobiliaria. Otra posibilidad es la implosión activada por la enfermedad holandesa (apreciación continua del sol) acompañada por una mayor inflación en los bienes no transables, que concentra los beneficios del crecimiento económico en pocas manos. En ambos casos, los reducidos niveles de empleos de calidad y bajos ingresos de la población podrían ser el cultivo perfecto para una radicalización de los conflictos sociales.
Ni los ahorros acumulados, ni las reservas internacionales son suficientes para enfrentar estos retos. Se requiere otra perspectiva ausente desde el gobierno, la del planeamiento en tiempos de turbulencia, que a partir de una visión clara, define objetivos y metas y planifica con base a escenarios múltiples, teniendo claro dónde se debe llegar. Solo de esa forma, mejorando nuestras capacidades analíticas, se puede navegar con vientos huracanados.
Las condiciones económicas externas e internas para 2013 son extremadamente volátiles. Los elementos estructurales y coyunturales (detonantes) para una nueva crisis, están sobre la mesa. La lista de variables y contenidos posibles de estas podría generar numerosos escenarios de análisis. Tanto una perspectiva inercial de las cosas dejada a manos de los creyentes absolutos del mercado, como la programación económica tradicional, no es útil ni suficiente en las circunstancias actuales.
Evidentemente este año será más complejo que 2012. Seguimos paralizados en el proceso de transición entre el cuarto y quinto ciclo tecnoeconómico mundial. No se sale del paradigma anterior vinculado al petróleo, pero el nuevo asociado a las tecnologías de la información y comunicaciones tampoco tiene capacidad de arrastre. La mayor parte de las economías europeas seguirán inmersas en programas de ajuste que no parecen tener mucho porvenir. La economía norteamericana continuará mostrando un desempeño mediocre en un frágil equilibrio político-ideológico. Aún la China tendrá una menor tasa de crecimiento como resultado del comportamiento del resto de bloques económicos y por los ajustes naturales vinculados a sus cambios políticos. Desafortunadamente se sigue ignorando la importancia de mitigar la excesiva concentración de la riqueza y de los ingresos en pocas manos. Tampoco hay vocación para colocar en su lugar, diseñar e implementar una nueva arquitectura del sistema financiero internacional y se elude la discusión colectiva –no solo entre grandes potencias- de los problemas económicos internacionales.
Nadie niega las altas tasas de crecimiento de la economía peruana, pero no solo queda pendiente que este proceso sea inclusivo, sino que se garantice su estabilidad y continuidad en el largo plazo. La lista de elementos y condiciones que pueden conspirar contra este crecimiento, es numerosa. La crisis podría detonarse con un shock externo amplificado por una crisis financiera interna derivada de la expansión del crédito al consumo e hipotecario que alimentan la burbuja inmobiliaria. Otra posibilidad es la implosión activada por la enfermedad holandesa (apreciación continua del sol) acompañada por una mayor inflación en los bienes no transables, que concentra los beneficios del crecimiento económico en pocas manos. En ambos casos, los reducidos niveles de empleos de calidad y bajos ingresos de la población podrían ser el cultivo perfecto para una radicalización de los conflictos sociales.
Ni los ahorros acumulados, ni las reservas internacionales son suficientes para enfrentar estos retos. Se requiere otra perspectiva ausente desde el gobierno, la del planeamiento en tiempos de turbulencia, que a partir de una visión clara, define objetivos y metas y planifica con base a escenarios múltiples, teniendo claro dónde se debe llegar. Solo de esa forma, mejorando nuestras capacidades analíticas, se puede navegar con vientos huracanados.
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