¿Crisis económicas silenciosas?
Por Germán Alarco Tosoni
El Presidente de la República, en entrevista concedida a fines del año pasado, señaló que no habrá sobresaltos en la economía, dado el manejo responsable de la administración. Al respecto, nadie podría estar en contra de esta declaración de buenas intenciones, ni menos a favor que la realidad nos aleje del citado objetivo. Sin embargo, la discusión que podría surgir de manera inmediata es en qué consiste el manejo económico responsable, si con este se evita las crisis y si estas generan siempre sobresaltos en el comportamiento de los diferentes agentes económicos.
Sin abordar la discusión de que en otro paradigma (escuela) económico diferente al neoliberal, el actual manejo macroeconómico nos conduciría a crisis, resulta relevante señalar que estas no siempre generan sobresaltos. Las crisis económicas son como las enfermedades de las personas. Hay de muchos tipos, combinaciones y grados. Todas afectan la salud del organismo, pero algunas son silenciosas y otras tienen manifestaciones negativas inmediatas. En determinadas circunstancias permanecen latentes, se refuerzan o contrarrestan con otros elementos, detonan ante una circunstancia objetiva o subjetiva asociada a circunstancias externas o la autopercepción que tenga sobre la misma. Hay enfermedades y crisis a partir de profecías autocumplidas.
Es probable que nuestras autoridades tengan en mente las tradicionales crisis fiscal y monetaria, pero ignoran muchas otras modalidades y cómo estas se manifiestan. En su visión tradicional, el culpable siempre es el gobierno o la autoridad monetaria. Todo permanece silencioso hasta que se detonan los problemas en las finanzas públicas, balanza de pagos e inflación, afectando el crecimiento económico. Sin embargo, las crisis también se producen por el comportamiento de los actores externos a la economía y de los internos como respuesta a las señales del mercado. La incertidumbre que aumenta la demanda de dinero por motivo precaución, produce deflación que atrasa las decisiones de consumo e inversión que paraliza a cualquier economía. La reconcentración del ingreso a favor de los más ricos es la puerta de inicio a problemas de demanda efectiva, desaceleración del crecimiento y agudización de los conflictos sociales. Estos son dos ejemplos de crisis silenciosas, pero tremendamente destructivas.
En todo momento del tiempo se incuban elementos que generan crisis. Ahora hay que actuar decididamente contra la apreciación del sol y la enfermedad holandesa, evitar que se infle la burbuja inmobiliaria y de crédito al consumo, contrarrestar la elevación de márgenes de ganancia y la reconcentración del ingreso, crear un Arsenal institucional contra los shocks externos, enfrentar la desarticulación productiva y heterogeneidad estructural, entre otros problemas. El manejo económico desde una perspectiva única o endogámica es una mala práctica. Esta situación debe cambiar por el bien y seguridad de todos.
El Presidente de la República, en entrevista concedida a fines del año pasado, señaló que no habrá sobresaltos en la economía, dado el manejo responsable de la administración. Al respecto, nadie podría estar en contra de esta declaración de buenas intenciones, ni menos a favor que la realidad nos aleje del citado objetivo. Sin embargo, la discusión que podría surgir de manera inmediata es en qué consiste el manejo económico responsable, si con este se evita las crisis y si estas generan siempre sobresaltos en el comportamiento de los diferentes agentes económicos.
Sin abordar la discusión de que en otro paradigma (escuela) económico diferente al neoliberal, el actual manejo macroeconómico nos conduciría a crisis, resulta relevante señalar que estas no siempre generan sobresaltos. Las crisis económicas son como las enfermedades de las personas. Hay de muchos tipos, combinaciones y grados. Todas afectan la salud del organismo, pero algunas son silenciosas y otras tienen manifestaciones negativas inmediatas. En determinadas circunstancias permanecen latentes, se refuerzan o contrarrestan con otros elementos, detonan ante una circunstancia objetiva o subjetiva asociada a circunstancias externas o la autopercepción que tenga sobre la misma. Hay enfermedades y crisis a partir de profecías autocumplidas.
Es probable que nuestras autoridades tengan en mente las tradicionales crisis fiscal y monetaria, pero ignoran muchas otras modalidades y cómo estas se manifiestan. En su visión tradicional, el culpable siempre es el gobierno o la autoridad monetaria. Todo permanece silencioso hasta que se detonan los problemas en las finanzas públicas, balanza de pagos e inflación, afectando el crecimiento económico. Sin embargo, las crisis también se producen por el comportamiento de los actores externos a la economía y de los internos como respuesta a las señales del mercado. La incertidumbre que aumenta la demanda de dinero por motivo precaución, produce deflación que atrasa las decisiones de consumo e inversión que paraliza a cualquier economía. La reconcentración del ingreso a favor de los más ricos es la puerta de inicio a problemas de demanda efectiva, desaceleración del crecimiento y agudización de los conflictos sociales. Estos son dos ejemplos de crisis silenciosas, pero tremendamente destructivas.
En todo momento del tiempo se incuban elementos que generan crisis. Ahora hay que actuar decididamente contra la apreciación del sol y la enfermedad holandesa, evitar que se infle la burbuja inmobiliaria y de crédito al consumo, contrarrestar la elevación de márgenes de ganancia y la reconcentración del ingreso, crear un Arsenal institucional contra los shocks externos, enfrentar la desarticulación productiva y heterogeneidad estructural, entre otros problemas. El manejo económico desde una perspectiva única o endogámica es una mala práctica. Esta situación debe cambiar por el bien y seguridad de todos.
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