Camino al ocaso del neoliberalismo
Por Félix Jiménez
La crisis económica actual está provocando un intenso debate sobre los efectos nocivos del neoliberalismo a escala mundial. Prácticamente todos los países desmantelaron los estándares regulatorios de sus mercados financiero y de trabajo, liberalizaron su comercio exterior y su cuenta de capitales, y minimizaron el tamaño y el papel del Estado. Con ello generaron una creciente desigualdad en la distribución de los ingresos, junto a un déficit estructural de demanda que fue compensado con un creciente endeudamiento.
Es bueno que algunos neoliberales criollos ahora afirmen que el Estado debe impedir la gestación de una burbuja inmobiliaria e interrumpir la creciente apreciación de la moneda --ambas asociadas al creciente influjo de capitales en nuestro país.
La crisis económica actual está provocando un intenso debate sobre los efectos nocivos del neoliberalismo a escala mundial. Prácticamente todos los países desmantelaron los estándares regulatorios de sus mercados financiero y de trabajo, liberalizaron su comercio exterior y su cuenta de capitales, y minimizaron el tamaño y el papel del Estado. Con ello generaron una creciente desigualdad en la distribución de los ingresos, junto a un déficit estructural de demanda que fue compensado con un creciente endeudamiento.
La crisis de la doctrina neoliberal
Los efectos económicos y sociales de la
crisis –el estancamiento de la producción y el creciente desempleo que está
afectando más a los jóvenes—se exacerban con las medidas de austeridad
fiscal. Los recortes del gasto en
infraestructura pública y en los sectores sociales, prolongan el estancamiento
económico, reducen notablemente las oportunidades de empleo y generalizan los
conflictos sociales poniendo en peligro los regímenes democráticos en los
países europeos. Por eso sostenemos que la crisis financiera y económica actual
es también la crisis del modelo neoliberal.
Las apreciaciones monetarias que
desestimulan la producción de transables y originan desequilibrios en las
cuentas corriente de los países emergentes por la creciente penetración de importaciones,
ha hecho recular al FMI en sus convicciones sobre la libre movilidad de
capitales.
La política de austeridad fiscal, tanto en
Norteamérica como en Europa, no sirve para relanzar el crecimiento económico y
la generación de empleo. Recordemos que este mismo tipo de política generó la
llamada «década perdida» en la América
Latina de los años 1980s. Según Olivier Blanchard, Director del Departamento de
Investigación del FMI, esta institución se equivocó en la magnitud del ajuste
que recomendó a los países de la periferia europea para salir de la crisis. Se
equivocaron, dijo, en la magnitud del multiplicador de los ajustes fiscales:
por cada dólar de recorte fiscal se perdían 1.5 dólares y no 0.5 dólares como
inicialmente habían estimado (véase Growth
forecast errors and fiscal multipliers, enero 2013).
La política de minimización del Estado está
a su vez generando el deterioro e insuficiencia de los bienes y servicios
públicos. No hay inversión privada que compense este deterioro. Las bajas tasas
de interés en los países del centro, solo estimulan un creciente flujo de
capital especulativo hacia la periferia donde las tasas de interés son
relativamente más altas. La desaceleración y/o estancamiento de la inversión
productiva privada en los países del centro, a pesar de sus bajas tasas de
interés, está afectando su estructura productiva y, por lo tanto, su capacidad
de competitiva frente a los países emergentes del Asia, con China en primer
lugar.
Todo esto ocurre en un contexto de libre
comercio, donde los países con apreciaciones monetarias prolongadas, son las
que más pierden desde una perspectiva de mediano o largo plazo, pues el
crecimiento de estos países, impulsado por la producción de no transables y
altamente dependiente de importaciones, tiene un límite en el sector externo de
sus economías.
Hacia una nueva relación entre el Estado y
el Mercado
El dominio del neoliberalismo desde la era
Reagan-Thatcher estuvo caracterizado por su rechazo a la posibilidad de una
relación virtuosa entre el Estado y el Mercado. Según los neoliberales el
Estado es depredador y su intervención en la economía afecta la eficiencia de
los mercados libres, perjudicando el bienestar de la población. Hoy, esta
doctrina está en crisis. Su dominio durante más de tres décadas, ha provocado
desbalances globales y desbalances internos
en los países del centro y de la periferia.
En los países emergentes como el nuestro,
el neoliberalismo ha descuidado la esfera productiva de la economía. Como le
importa más el supuesto bienestar de los consumidores, ha propiciado la
creciente penetración de importaciones en el mercado interno, dificultando así
la diversificación del aparato productivo, es decir, el desarrollo industrial y
agro-industrial.
Es claro ahora que no se puede aspirar a
ser competitivos en el mundo actual solo sobre la basa del abaratamiento del
costo del trabajo. Como dice Rodrik, «una economía sólida requiere una
estructura productiva sólida. Y el consumo debe estar respaldado por un alto empleo con salarios adecuados».
La preocupación por la diversificación
productiva y no solo por el consumo, conduce a una diferente posición sobre el papel
del comercio internacional. Mientras los neoliberales optan por el libre
comercio para favorecer el consumo con importaciones más baratas, los que
proponemos la diversificación productiva subordinamos el comercio a este fin:
el comercio debe servir al desarrollo de la economía interna y de sus mercados,
así como a la expansión del empleo con salarios adecuados. Desde esta
perspectiva el Estado tiene un enorme papel que cumplir para desarrollar
mercados a lo largo y ancho del país, para promover la innovación y la
diversificación productiva, para independizar la política monetaria de la
política cambiaria y para mantener un
tipo de cambio estable y competitivo.
A
modo de conclusión
Es bueno que algunos neoliberales criollos ahora afirmen que el Estado debe impedir la gestación de una burbuja inmobiliaria e interrumpir la creciente apreciación de la moneda --ambas asociadas al creciente influjo de capitales en nuestro país.
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