Perú: El Acuerdo Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP) como golpe global: ¿Por qué tanto secreto?
Por Andrew Gavin Marshall
En la cumbre de
dirigentes de los Estados miembros del Acuerdo Estratégico
Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP) en noviembre de 2010
participaron: Japón, Vietnam, Australia, Chile, Singapur, EE.UU., Nueva
Zelanda, Brunei, Perú y Malasia.
El Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP) es la negociación comercial más secreta y “menos transparente” de la historia.
Afortunadamente para las
poblaciones y sociedades a las que afectará, hay organizaciones de
investigación pública y medios alternativos que hacen campaña contra el
Acuerdo e incluso han publicado diversas filtraciones de capítulos del
borrador. De esas filtraciones, que han sido cubiertas por medios
noticiosos dominantes controlados por las corporaciones, podemos llegar a
un mejor entendimiento de lo que realmente abarca el Acuerdo
Trans-Pacífico.
Por ejemplo, algunos
grupos de interés público advierten de que el TPP podría llevar a la
pérdida de millones de puestos de trabajo. Como señaló una carta del
Congreso al Representante Comercial de EE.UU., Ron Kirk, el TPP “creará políticas vinculantes de futuros congresos en numerosas áreas”,
incluyendo “las relacionadas con la mano de obra, patentes y derechos
de autor, uso de la tierra, alimentos, agricultura y estándares de
productos, recursos naturales, medioambiente, licencias de
profesionales, empresas de propiedad estatal y políticas de adquisición
de los gobiernos, así como regulaciones financieras, de los sistemas de
salud, energía, telecomunicaciones y otras del sector servicios”-
En otras palabras, el TPP va mucho más allá del “comercio”.
Apodado por muchos
“NAFTA2 (TLCAN) a lo grande” y “golpe corporativo”, solo dos de los 26
capítulos del TPP tienen realmente algo que ver con comercio. En su
mayor parte otorga nuevos derechos y privilegios de largo alcance a las
corporaciones, especialmente en lo relacionado con los derechos de
propiedad intelectual (leyes de derechos de autor y de patentes), así
como limitaciones de las regulaciones gubernamentales.
Los documentos filtrados
revelaron que el gobierno de Obama “se propone conceder nuevos poderes
políticos radicales a las multinacionales”, ya que Obama y Kirk han
emergido como grands propugnadores “de políticas que han sido rechazadas
desde hace tiempo por activistas ecológicos, defensores de reformas
financieras y sindicatos, porque erosionan protecciones cruciales de las
leyes internas”.
En otras palabras, las
ya inefectivas y en su mayoría desdentadas regulaciones ecológicas,
financieras y laborales existentes son inaceptables para el gobierno de
Obama y las 600 corporaciones alineadas con el TPP al que imparten sus
órdenes.
El acuerdo estipula que
las corporaciones extranjeras que operen en EE.UU. ya no estarán
sometidas a leyes internas de EE.UU. respecto a las protecciones del
medio ambiente, las finanzas o los derechos laborales, y podrían apelar a
un “tribunal internacional” que tendría la potestad de invalidar la ley
estadounidense e imponer sanciones a EE.UU. por violar los nuevos
“derechos” de las corporaciones.
El “tribunal
internacional” que dictaría las leyes de los países estaría compuesto de
abogados corporativos que actuarían como “jueces”, asegurando así que
los casos presentados tengan un juicio “justo y equilibrado”,
equilibrado y justo a favor de los derechos corporativos por sobre todo
lo demás.
Una coalición de interés
público conocida como Campaña Comercial Ciudadana publicó un borrador
del capítulo del TPP sobre “inversión” revelando información sobre el
“tribunal internacional” que permitiría que las corporaciones exigieran
directamente a los gobiernos que impongan barreras a los “beneficios
potenciales”.
Arthur Stamoulis, director ejecutivo de la Campaña Comercial Ciudadana,
explicó que los borradores “contienen claramente propuestas diseñadas
para dar a las corporaciones transnacionales derechos especiales que van
mucho más allá de los que tienen los negocios nacionales y los
ciudadanos estadounidenses. Una propuesta que tendría efectos tan
amplios en las regulaciones medioambientales, la seguridad del
consumidor y otros intereses públicos, merece un escrutinio y un debate
público. No se debería elaborar a puerta cerrada”.
Public Citizen’s Global
Trade Watch, una organización de interés público, hizo un análisis del
documento filtrado sobre inversión y explicó que el tribunal corporativo
internacional permitiría que las corporaciones revoquen las leyes y
regulaciones nacionales o demanden enormes sumas compensatorias ante el
tribunal “empoderado para ordenar el pago de fondos ilimitados del
Tesoro del gobierno a inversionistas extranjeros por demandas según el
TPP”.
Incluso bajo NAFTA, más
de 350 millones de dólares han sido pagados por gobiernos alineados con
el NAFTA a corporaciones por “barreras” a los “derechos” de inversión,
incluyendo vertederos de desechos tóxicos, reglas de corte de árboles,
así como prohibiciones de diversos productos químicos tóxicos.
Porque, seamos claros:
para las corporaciones, semejantes regulaciones y preocupaciones por los
temas de salud, seguridad y medio ambiente se perciben solo como
“barreras” a la inversión y los beneficios. Por lo tanto su “gobierno”
demandaría al gobierno extranjero por cuenta de la corporación,
basándose en la premisa de que semejantes regulaciones condujeron a una
potencial pérdida de beneficios, por los cuales se debería compensar a
la corporación.
El TPP permite que las
corporaciones demanden directamente al gobierno en cuestión. Todos los
países miembros del TPP, excepto Australia, han aceptado adherirse a la
jurisdicción de este tribunal internacional, un tribunal irregular y
arbitrario no elegido, antidemocrático y dotado de personal por las
corporaciones, con autoridad legal por lo menos sobre diez naciones y
sus poblaciones.
Además, los países del TPP no han aceptado un conjunto de obligaciones que deberían cumplir las corporaciones
en relación con los estándares de salud, trabajo o ecología, y por lo
tanto se abre una puerta a que las corporaciones obtengan todavía más
derechos y privilegios para saquear y explotar. Mientras se amplían los
derechos corporativos se desmantelan los derechos humanos y
democráticos.
Una de las áreas más
importantes en las que el TPP tiene un profundo efecto se relaciona con
los derechos de propiedad intelectual o derechos de autor y de patentes.
Las corporaciones han sido grandes defensoras de la expansión de los
derechos de propiedad intelectual, es decir, de sus derechos de
propiedad intelectual.
Las corporaciones
farmacéuticas son muy partidarias de esos derechos y probablemente
estarán entre los grandes beneficiarios del capítulo de propiedad
intelectual del TPP. La industria farmacéutica se aseguró de que el
acuerdo de 1995 de la Organización Mundial del Comercio incluyera
contundentes reglas de patentes, pero finalmente consideró que esas
reglas no lo bastante duras.
Dean Baker explica en The Guardian
que reglas más duras de las patentes establecen “un monopolio
garantizado por el gobierno, a menudo de hasta 14 años, que prohíbe que
los competidores genéricos entren en un mercado basado en los resultados
de las investigaciones de otras compañías que demuestran la seguridad y
efectividad de un medicamento”. Baker señaló que semejantes leyes en
realidad es “lo contrario del libre comercio” ya que “implican un
aumento de la intervención gubernamental en el mercado”, “restringen la
competencia y conducen a precios más elevados para los consumidores”.
Esencialmente, lo que
esto significa es que en países pobres en los que más gente necesita
acceso a medicamentos que salvan vidas, y a menor coste, sería imposible
que las compañías o gobiernos fabriquen y vendan marcas genéricas más
baratas de medicamentos exitosos cubiertos por patentes corporativas
multinacionales. Un acuerdo semejante entregaría un monopolio de
controles de precios a esas corporaciones, permitiendo que fijen los
precios que consideren adecuados, haciendo así que los medicamentos sean
increíblemente caros y frecuentemente inaccesibles para la gente que
más los necesita.
Como señaló
correctamente el congresista estadounidense Henry Waxman: “En muchas
partes del mundo, el acceso a los medicamentos genéricos significa la
diferencia entre la vida y la muerte”.
Se espera que el TPP
aumente tales derechos de patente corporativos más que ningún otro
acuerdo de la historia. Los fabricantes de medicamentos genéricos en
países como Vietnam y Malasia resultarían afectados. También afectaría a
las ventas de los grandes fabricantes de genéricos en EE.UU., Canadá, y
Australia, que suministran medicamentos a bajo coste a gran parte del
mundo.
Mientras EE.UU. ha
renunciado al derecho de negociar los precios de los medicamentos con
las corporaciones farmacéuticas (de ahí el precio exorbitante de los
medicamentos adquiridos en EE.UU.), países como Nueva Zelanda e incluso
Canadá, en menor grado, negocian precios de medicamentes a fin de
mantener bajos los costes para los consumidores. El TPP otorgará nuevos
privilegios de negociación a las corporaciones, permitiendo que apelen
las decisiones de los gobiernos para cuestionar el alto coste de los
medicamentos, o preferir alternativas más baratas. Refiriéndose a esos
cambios, el jefe estadounidense de la Campaña Acceso a Medicinas de
Médicos Sin Fronteras declaró: “Bush fue mejor que Obama al respecto”.
Pero el TPP no solo amenaza en estos aspectos: la libertad en Internet también es un objetivo importante.
El Consejo de
Canadienses y OpenMedia, importantes paladines de la libertad en
Internet, han señalado que el TPP “criminalizaría algunos usos comunes
de Internet”, incluyendo la descarga de música así como la combinación
de diferentes trabajos mediáticos. OpenMedia advirtió de que el TPP
“obligará a los proveedores de servicios a recoger y suministrar datos
privados sin protección de la privacidad y dará a los conglomerados
mediáticos más poder para enviar multas por correo, eliminar contenidos
en línea –incluyendo páginas web completas– e incluso cortar el acceso a
Internet”.
El capítulo del TPP
sobre los derechos de propiedad intelectual también propone nuevas leyes
que tendrían que imponer los gobiernos para regular el uso de Internet.
OpenMedia también advierte de que, según los documentos filtrados sobre
derechos de propiedad intelectual, “puede haber fuertes multas a los
ciudadanos comunes y corrientes en línea”, agregando: “podrían multarte
por pulsar un enlace, se podrá excluir de Internet a la gente y se
podrían clausurar páginas web”.
El TPP, advirtió el
fundador de Open Media Steve Anderson: “limitará la innovación y la
libertad de expresión”. Bajo el TPP no existe distinción entre violación
del derecho de autor comercial y no comercial. Por lo tanto los
usuarios que descargan música para su uso personal se enfrentarían a las
mismas sanciones que los que venden música pirateada con fines de
lucro.
La información creada o
compartida en sitios de redes sociales podría llevar a que los usuarios
de Internet sean multados, que les confisquen sus ordenadores, les
corten el acceso a Internet e incluso a sentencias de prisión. El TPP
impone un sistema de “tres golpes” por quebrantamiento del derecho de
autor, según el cual tres infracciones llevarían a cortar el acceso a
Internet de un grupo familiar.
¿Por qué, entonces,
tanto secreto? Los responsables corporativos y políticos estudian muy de
cerca la opinión pública; saben cómo manipular al público sobre la base
de lo que piensa y cree la mayoría. Cuando se trata de acuerdos de
“libre comercio” la opinión pública ha obligado a los negociadores a
acuerdos a puertas cerradas y a un secreto inaudito precisamente porque
las poblaciones se oponen a semejantes acuerdos de una
manera abrumadora.
Un sondeo de opinión de
2011 reveló que el público estadounidense ha pasado –en los últimos
años– de una “amplia oposición” a una “oposición abrumadora” contra los
acuerdos comerciales del estilo NAFTA.
Un importante sondeo de NBC News-Wall Street Journal
de septiembre de 2010 reveló que “el impacto del comercio y de la
deslocalización es uno de los pocos temas en los cuales estadounidenses
de diferentes clases, ocupaciones y opiniones políticos están de
acuerdo”: un 86% dice que la deslocalización de puestos de trabajo por
parte de las compañías estadounidenses a países pobres es “una de las
principales causas de nuestros problemas económicos”, y un 69% piensa
que los “acuerdos de libre comercio entre EE.UU. y otros países cuestan
puestos de trabajo en EE.UU.” Solo un 17% de los estadounidenses opinó
en 2010 que los “acuerdos de libre comercio” benefician a EE.UU., en
comparación con un 28% en 2007.
Porque la opinión
pública se opone fuerte –y crecientemente– a los “acuerdos de libre
comercio” es necesario hacerlos en secreto con el fin de impedir que el
público llegue a conocer acuerdos como el TPP, por no hablar de oponerse
a ellos activamente. Y esta, como explicó el representante comercial de
EE.UU., es una razón muy “práctica” para todo el secreto.
Andrew Gavin Marshall es un investigador y escritor independiente basado en Montreal, Canadá, que escribe sobre una serie de temas sociales, políticos, económicos e históricos. También es Project Manager de The People's Book Project.
Andrew Gavin Marshall es un investigador y escritor independiente basado en Montreal, Canadá, que escribe sobre una serie de temas sociales, políticos, económicos e históricos. También es Project Manager de The People's Book Project.
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