Déficit fiscal norteamericano: ¿causa o efecto?
Por German Alarco Tosoni
Debemos reconocer que los editoriales económicos del decano de la prensa nacional son una fuente de inspiración. La semana pasada nos sorprendieron y despejaron la duda relativa a que en ese medio están tristes por la derrota del partido republicano. El artículo, a partir de La Victoria del Pdte. Obama, se titulaba irónicamente de que lo mejor estaba por venir. En efecto, ese gobierno enfrenta un importante reto, el del abismo fiscal, que mencionamos la semana pasada y que podría tener serios efectos sobre la economía de EE.UU. y mundial. Asimismo, el periódico iniciaba el comentario señalando que los resultados electorales no habían agradado a los mercados, luego comentaba que la crisis económica del 2008 era un tema coyuntural y que el problema central de la economía norteamericana era su elevado déficit fiscal.
Nadie sostiene que la administración de los EE.UU. sea un ejemplo. Se han cometido serios errores, ha faltado más convicción, muchos temas permanecen en agenda y otros no podrán avanzar por el control republicano en la Cámara de Representantes. Sin embargo, era obvio que el mercado de valores reaccionara inicialmente negativamente, ya que la fórmula Demócrata planteaba mayores impuestos a quienes ganen más de US$ 200,000 anuales y su reducción a quienes están por abajo. No se debe olvidar también que la nueva administración ya no relajaría la regulación al sistema financiero, ni las normas para un buen gobierno corporativo de las empresas, las ambientales, ni las exigencias a las aseguradoras privadas.
Repetir que la crisis económica de los EE.UU. es un problema coyuntural es un desatino mayúsculo. Efectivamente hay quienes desde el FMI, la banca privada o las calificadoras de riesgos dijeron que esta crisis se produjo por la falta de ética, la política monetaria laxa de la FED norteamericana o le echaron la culpa al superávit comercial chino. Los más inteligentes mencionaron la existencia de fallas de mercado (sistemas de incentivos incorrectos) y de gobierno (desregulación) a propósito de la crisis de los créditos hipotecarios sub-prime. Sin embargo, hay un conjunto de autores que señala que EE.UU. está en crisis desde los años setenta. La reducción de la productividad y competitividad internacional es su manifestación visible. A la creciente desindustrialización se acompaña el desequilibrio de la cuenta corriente y el fiscal; suman la formación continua de burbujas, y la reconcentración del ingreso que genera problemas de demanda efectiva.
No hemos mencionado aquí los problemas asociados a la reducida capacidad de arrastre del nuevo ciclo tecnológico-económico, pero esta crisis solo tiene como coyuntural su detonante circunstancial. El déficit fiscal norteamericano es una respuesta a estos problemas estructurales. Es un elemento casi continuo en las últimas décadas con independencia del partido político en el gobierno. La respuesta ortodoxa tradicional no enfrentaría los problemas de fondo y solo serviría para agravarlos.
Debemos reconocer que los editoriales económicos del decano de la prensa nacional son una fuente de inspiración. La semana pasada nos sorprendieron y despejaron la duda relativa a que en ese medio están tristes por la derrota del partido republicano. El artículo, a partir de La Victoria del Pdte. Obama, se titulaba irónicamente de que lo mejor estaba por venir. En efecto, ese gobierno enfrenta un importante reto, el del abismo fiscal, que mencionamos la semana pasada y que podría tener serios efectos sobre la economía de EE.UU. y mundial. Asimismo, el periódico iniciaba el comentario señalando que los resultados electorales no habían agradado a los mercados, luego comentaba que la crisis económica del 2008 era un tema coyuntural y que el problema central de la economía norteamericana era su elevado déficit fiscal.
Nadie sostiene que la administración de los EE.UU. sea un ejemplo. Se han cometido serios errores, ha faltado más convicción, muchos temas permanecen en agenda y otros no podrán avanzar por el control republicano en la Cámara de Representantes. Sin embargo, era obvio que el mercado de valores reaccionara inicialmente negativamente, ya que la fórmula Demócrata planteaba mayores impuestos a quienes ganen más de US$ 200,000 anuales y su reducción a quienes están por abajo. No se debe olvidar también que la nueva administración ya no relajaría la regulación al sistema financiero, ni las normas para un buen gobierno corporativo de las empresas, las ambientales, ni las exigencias a las aseguradoras privadas.
Repetir que la crisis económica de los EE.UU. es un problema coyuntural es un desatino mayúsculo. Efectivamente hay quienes desde el FMI, la banca privada o las calificadoras de riesgos dijeron que esta crisis se produjo por la falta de ética, la política monetaria laxa de la FED norteamericana o le echaron la culpa al superávit comercial chino. Los más inteligentes mencionaron la existencia de fallas de mercado (sistemas de incentivos incorrectos) y de gobierno (desregulación) a propósito de la crisis de los créditos hipotecarios sub-prime. Sin embargo, hay un conjunto de autores que señala que EE.UU. está en crisis desde los años setenta. La reducción de la productividad y competitividad internacional es su manifestación visible. A la creciente desindustrialización se acompaña el desequilibrio de la cuenta corriente y el fiscal; suman la formación continua de burbujas, y la reconcentración del ingreso que genera problemas de demanda efectiva.
No hemos mencionado aquí los problemas asociados a la reducida capacidad de arrastre del nuevo ciclo tecnológico-económico, pero esta crisis solo tiene como coyuntural su detonante circunstancial. El déficit fiscal norteamericano es una respuesta a estos problemas estructurales. Es un elemento casi continuo en las últimas décadas con independencia del partido político en el gobierno. La respuesta ortodoxa tradicional no enfrentaría los problemas de fondo y solo serviría para agravarlos.
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