No hay Gran Transformación si no se desarrolla la agricultura y la industria
Por Felix Jimenez
La actual crisis internacional, al igual que la gran
depresión del 29, vuelve a generar la oportunidad de basar el crecimiento
económico de nuestro país en mercados internos dinámicos e integrados,
desarrollando la agricultura y la industria. Es la ruta que nos permitiría
superar la dependencia tanto de las actividades extractivas que producen para
los mercados internacionales como de las fluctuaciones de los términos de
intercambio. No hay ni habrá gran
transformación --«ni gradual ni persistente»--, si la llamada «minería con
responsabilidad social y ambiental» no se incorpora en una estrategia que
priorice el desarrollo de la agricultura y la industria. Es la hora de
abandonar el extractivismo.
El camino de la industrialización y el crecimiento
Ajit Singh, especialista en desarrollo, cuenta que en
los años 1960s, cuando fue a la Universidad Cambridge, Nicholas Kaldor le
enseñó tres cosas: primero, la única forma de que un país se desarrolle es
industrializándose; segundo, la única forma para que un país se industrialice
es protegiendo a su industria; y, tercero, ¡cualquier persona que afirme lo
contrario está siendo deshonesta! Estas enseñanzas siguen siendo válidas para
países como el nuestro, aunque la experiencia «industrialista» y el cambio en la
economía mundial de las últimas décadas, nos obligan a repensar el significado
de la protección industrial y, al mismo
tiempo, evaluar los efectos de la aplicación de las políticas neoliberales en
las últimas décadas.
La evidencia empírica muestra que estas políticas han
hecho más vulnerable a la economía de nuestro país ante los problemas
económicos de otras partes del mundo; y, al mismo tiempo, han fortalecido a las
instituciones económicas y políticas extractivistas. La industria ha perdido el
liderazgo en el crecimiento y desarrollo, porque la liberalización comercial estimuló
el crecimiento de las importaciones manufactureras. La liberalización
financiera, que dio lugar al libre flujo internacional de capitales, ha generado
una notable volatilidad del tipo de cambio. Por último, la predilección por la
inversión directa extranjera por parte del extractivismo político, ha extendido
el extractivismo minero por todo el territorio nacional; y, al mismo tiempo, ha
propiciado la descapitalización del país con la significativa repatriación de
las utilidades que genera y con una tributación que no compensa el agotamiento
de los recursos naturales. Las futuras generaciones están perdiendo activos.
Para desarrollar la agricultura y la industria,
entonces, hay que fortalecer los mercados domésticos, de bienes y de capitales,
y las instituciones económicas
inclusivas. Asimismo, para proteger y estimular el desarrollo industrial, es
mejor utilizar el tipo de cambio en lugar de la protección arancelaria. Pero
hay que tomar en cuenta que la neutralización de la volatilidad cambiaria para
simultáneamente lograr un tipo de cambio estable y competitivo, debe
acompañarse con un proceso de diversificación productiva. Si se mantiene el
extractivismo primario exportador, los efectos de un tipo de cambio competitivo
en la diversificación de la capacidad productiva, serán débiles. En última instancia,
como se sabe, la posición competitiva de una
economía depende de las características de los bienes que produce, pues éstas
explican la composición de sus exportaciones y la magnitud de su propensión a
importar bienes manufacturados.
El abandono del extractivismo debe ser «rápido y
persistente»
Solo con el desarrollo de la agricultura y de la
industria nuestro país saldrá del círculo vicioso del extractivismo económico y
político que heredamos de la colonia. Las instituciones políticas extractivas
crearon instituciones económicas extractivas, y estas últimas, a su turno,
alimentaron las instituciones políticas extractivas mediante la «compra» del
poder político por parte del poder económico. Este círculo vicioso se mantuvo a
lo largo de nuestra historia creando lo que Robert Michels llamó «la ley de
hierro de la oligarquía». Las oligarquías se reproducen ellas mismas –según
Michels-- no solo cuando un mismo grupo está en el poder, sino también cuando
un grupo enteramente nuevo toma el control de este poder político. Por eso, y también
por la ausencia de amplias coaliciones políticas progresistas y democráticas, es
que los nuevos líderes que derrotan a los viejos con promesas de cambios
radicales sólo traen más de lo mismo. Siguiendo
a Acemoglu y parafraseando a Marx, podemos decir que la historia de nuestro
país se repitió como tragedia después
de la independencia y, recientemente, con la aparición de los llamados
«antisistema» se está repitiendo como farsa.
A modo de conclusión
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