Río + 20 y la economía verde
Por José De Echave C.
Nos acercamos a la cita de Río. El próximo 20 de junio se iniciará la Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible: son 20 años transcurridos desde la Cumbre de la Tierra de 1992, momento a partir del cual se le puso apellido a la palabra desarrollo y comenzamos a hablar de desarrollo sostenible. Al mismo tiempo se aceptaba que el planeta se encontraba en riesgo.
Han pasado 20 años y muchas cosas han cambiado; sin embargo, todos los indicadores de alarma siguen encendidos. Lo cierto es que es muy poco lo avanzado. Pese a que se acepta que el desarrollo sostenible tiene tres patas: la económica, la social y la ambiental; el predominio de la economía sobre los demás aspectos ha sido notorio.
América Latina es un buen ejemplo: en 20 años la situación económica es distinta, sin embargo los problemas sociales y sobre todo los ambientales se han agudizado. Las dos últimas décadas, por ejemplo, coinciden con un período de expansión de las actividades extractivas con una secuela de problemas sociales y ambientales.
Las declaraciones y los principales acuerdos globales, no han pasado de ser una larga lista de propuestas y buenas instituciones. Nunca se convirtieron en políticas globales de protección efectiva de los bienes comunes del planeta. Las resistencias de las principales economías y los poderes económicos globales, ha sido notoria y escandalosa.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente ha intentado dar respuesta a estos desafíos con un supuesto nuevo modelo con el concepto de economía verde que se define como “un sistema de actividades económicas relacionadas con la producción, distribución y consumo de bienes y servicios que resulta en mejoras del bienestar humano en el largo plazo, sin exponer a las generaciones futuras a riesgos ambientales y escasez ecológicas significativas”.
El concepto de economía verde no es realmente nuevo; ha estado presente en los debates de las últimas dos décadas. Lo preocupante es que los propios modelos macro económicos sobre economía verde, elaborados por el PNUMA, no se apartan del concepto de crecimiento económico infinito y no toman en cuenta los límites físicos de la Tierra.
Estas dos décadas de cumbres y declaraciones no dan mucho margen para esperar grandes resultados en esta nueva cita global por el desarrollo sostenible. Se necesitan cambios profundos y hasta el momento lo que queda claro es que no hay voluntad política para realizarlos, ni en los gobiernos ni en las corporaciones internacionales que siguen actuando como si la crisis climática fuera un asunto de otro planeta.
Nos acercamos a la cita de Río. El próximo 20 de junio se iniciará la Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible: son 20 años transcurridos desde la Cumbre de la Tierra de 1992, momento a partir del cual se le puso apellido a la palabra desarrollo y comenzamos a hablar de desarrollo sostenible. Al mismo tiempo se aceptaba que el planeta se encontraba en riesgo.
Han pasado 20 años y muchas cosas han cambiado; sin embargo, todos los indicadores de alarma siguen encendidos. Lo cierto es que es muy poco lo avanzado. Pese a que se acepta que el desarrollo sostenible tiene tres patas: la económica, la social y la ambiental; el predominio de la economía sobre los demás aspectos ha sido notorio.
América Latina es un buen ejemplo: en 20 años la situación económica es distinta, sin embargo los problemas sociales y sobre todo los ambientales se han agudizado. Las dos últimas décadas, por ejemplo, coinciden con un período de expansión de las actividades extractivas con una secuela de problemas sociales y ambientales.
Las declaraciones y los principales acuerdos globales, no han pasado de ser una larga lista de propuestas y buenas instituciones. Nunca se convirtieron en políticas globales de protección efectiva de los bienes comunes del planeta. Las resistencias de las principales economías y los poderes económicos globales, ha sido notoria y escandalosa.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente ha intentado dar respuesta a estos desafíos con un supuesto nuevo modelo con el concepto de economía verde que se define como “un sistema de actividades económicas relacionadas con la producción, distribución y consumo de bienes y servicios que resulta en mejoras del bienestar humano en el largo plazo, sin exponer a las generaciones futuras a riesgos ambientales y escasez ecológicas significativas”.
El concepto de economía verde no es realmente nuevo; ha estado presente en los debates de las últimas dos décadas. Lo preocupante es que los propios modelos macro económicos sobre economía verde, elaborados por el PNUMA, no se apartan del concepto de crecimiento económico infinito y no toman en cuenta los límites físicos de la Tierra.
Estas dos décadas de cumbres y declaraciones no dan mucho margen para esperar grandes resultados en esta nueva cita global por el desarrollo sostenible. Se necesitan cambios profundos y hasta el momento lo que queda claro es que no hay voluntad política para realizarlos, ni en los gobiernos ni en las corporaciones internacionales que siguen actuando como si la crisis climática fuera un asunto de otro planeta.
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