La trampa ideológica
Por Carlos Alonso Bedoya.
Mientras expertos como el premio nobel de economía Paul Krugman anuncian la inminente salida de Grecia del Euro para el próximo mes, hay un corralito financiero en países como España e Italia (lo que significa una crisis bancaria marca mayor) y finalmente, el despelote de la unión monetaria en toda Europa en los próximos meses.
Una trampa ideológica insiste en hacernos creer que todo esto se debe a que los países del viejo continente gastaron más de lo que tenían, lo que equivale a decir que por culpa de una seguridad social decente y salarios justos es que ahora tienen niveles de endeudamiento público que en muchos casos superan el 100 por ciento de la producción y déficit fiscales enormes.
Eso es admitir que los derechos de la gente no son compatibles con la salud de las finanzas públicas, lo que además de ser falso, busca en realidad que los verdaderos responsables queden impunes y encima se les rescate a costa del hambre de millones de personas.
Pero noticias recientes como la del despido de altos directivos del banco más importante del mundo, el JP Morgan, por su irresponsabilidad financiera, no hace más que ratificar que la culpa de todo lo que vive el mundo es del ansia irracional del neoliberalismo que dicta que el ideal del ser humano es volverse rico.
Precisamente, la crisis económica global que todavía está en desarrollo, comenzó en la economía financiera, para luego trasladarse, al mejor estilo de una metástasis, hasta la economía real, las finanzas públicas y ahora amenaza con traerse abajo el proceso de integración monetaria más avanzado que tenía el mundo.
Todo comenzó cuando eran mucho más jugosas las ganancias que se obtenían “invirtiendo” en las finanzas, antes que en la producción. Ahí se gestaron las burbujas que explotaron en el 2008. Se prestaba sin mayor respaldo y luego esa deuda se convertía en un activo financiero (derivado) que garantizaba otras operaciones, y así muchas veces.
Eso pasó en el mercado hipotecario, haciendo quebrar a varios bancos de inversión que tuvieron que ser rescatados por Estados Unidos y Europa, trasladando la crisis al ámbito fiscal. Al mismo tiempo, que se implementaban planes de estímulo económico para capear el temporal.
El resultado fue que los bancos comenzaron a hacer utilidades nuevamente pero las cuentas públicas no se recuperaron. Se reanudó la timba financiera en los mercados como si no hubiera pasado nada, mientras el empleo mundial seguía en crisis.
Los países de Europa como Grecia, España, Italia, Irlanda, Portugal, entre otros empezaron a obtener financiamiento cada vez más caro para tapar sus agujeros, lo que al final de cuentas amplió su déficit e hizo crecer su deuda. Y en todo ese juego, muchos banqueros siguieron engordando.
Cuando el forado fue tan grande que ya no pudieron parcharlo con más deuda, se optó por la salida más fácil: ajuste brutal en el gasto público, especialmente en pensiones, Educación y salud, y la reducción de los salarios, con planes de pago de deuda muy estrictos, como se hizo en América Latina en los noventa.
Pero esta vez la población ha dicho basta en las urnas y en las ca-lles. La trampa ideológica parece que no va a funcionar y estamos a punto de verlo en Europa.
Mientras expertos como el premio nobel de economía Paul Krugman anuncian la inminente salida de Grecia del Euro para el próximo mes, hay un corralito financiero en países como España e Italia (lo que significa una crisis bancaria marca mayor) y finalmente, el despelote de la unión monetaria en toda Europa en los próximos meses.
Una trampa ideológica insiste en hacernos creer que todo esto se debe a que los países del viejo continente gastaron más de lo que tenían, lo que equivale a decir que por culpa de una seguridad social decente y salarios justos es que ahora tienen niveles de endeudamiento público que en muchos casos superan el 100 por ciento de la producción y déficit fiscales enormes.
Eso es admitir que los derechos de la gente no son compatibles con la salud de las finanzas públicas, lo que además de ser falso, busca en realidad que los verdaderos responsables queden impunes y encima se les rescate a costa del hambre de millones de personas.
Pero noticias recientes como la del despido de altos directivos del banco más importante del mundo, el JP Morgan, por su irresponsabilidad financiera, no hace más que ratificar que la culpa de todo lo que vive el mundo es del ansia irracional del neoliberalismo que dicta que el ideal del ser humano es volverse rico.
Precisamente, la crisis económica global que todavía está en desarrollo, comenzó en la economía financiera, para luego trasladarse, al mejor estilo de una metástasis, hasta la economía real, las finanzas públicas y ahora amenaza con traerse abajo el proceso de integración monetaria más avanzado que tenía el mundo.
Todo comenzó cuando eran mucho más jugosas las ganancias que se obtenían “invirtiendo” en las finanzas, antes que en la producción. Ahí se gestaron las burbujas que explotaron en el 2008. Se prestaba sin mayor respaldo y luego esa deuda se convertía en un activo financiero (derivado) que garantizaba otras operaciones, y así muchas veces.
Eso pasó en el mercado hipotecario, haciendo quebrar a varios bancos de inversión que tuvieron que ser rescatados por Estados Unidos y Europa, trasladando la crisis al ámbito fiscal. Al mismo tiempo, que se implementaban planes de estímulo económico para capear el temporal.
El resultado fue que los bancos comenzaron a hacer utilidades nuevamente pero las cuentas públicas no se recuperaron. Se reanudó la timba financiera en los mercados como si no hubiera pasado nada, mientras el empleo mundial seguía en crisis.
Los países de Europa como Grecia, España, Italia, Irlanda, Portugal, entre otros empezaron a obtener financiamiento cada vez más caro para tapar sus agujeros, lo que al final de cuentas amplió su déficit e hizo crecer su deuda. Y en todo ese juego, muchos banqueros siguieron engordando.
Cuando el forado fue tan grande que ya no pudieron parcharlo con más deuda, se optó por la salida más fácil: ajuste brutal en el gasto público, especialmente en pensiones, Educación y salud, y la reducción de los salarios, con planes de pago de deuda muy estrictos, como se hizo en América Latina en los noventa.
Pero esta vez la población ha dicho basta en las urnas y en las ca-lles. La trampa ideológica parece que no va a funcionar y estamos a punto de verlo en Europa.
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