La crisis europea y la economía peruana

  
 
Por Billy Crisanto Seminario
 
 
Es paradójico y al mismo tiempo desalentador que la crisis esté golpeando fuertemente a los países europeos, pues sus economías - aunque perfectibles - eran ejemplos de la aplicación de un eficiente modelo de desarrollo humano. En efecto, el acceso a servicios (educación, salud, vivienda, etc.) de calidad era el pilar de su progreso. Las brechas sociales se habían bajado notablemente mediante la inversión del Estado en el bienestar de sus trabajadores. Ahora se viene una ola de reformas, cuyo núcleo fundamental es precisamente bajar los presupuestos de los programas sociales y "flexibilizar" la legislación laboral al máximo, con los consecuentes conflictos en las calles. Al mismo estilo de nuestros países.
Para tener el panorama claro, lo primero que tenemos que hacer es identificar las grietas que determinaron esta crisis en un sistema aparentemente sólido. Veamos, el diagnóstico no ha sido el correcto. La primera ministra alemana Angela Merkel y su brazo derecho Wolfgang Schäuble responsabilizan al derroche fiscal, y recomiendan ajustar los presupuestos por el lado del gasto social. Está claro, que al igual que en Estados Unidos, el origen es el sobreendeudamiento público y privado. Lo que los economistas llaman una burbuja financiera.
Veamos. Entre el 2007 y el 2008 el boom de inversiones en el viejo continente se vio facilitado por dos factores. La existencia de una moneda común que protegía de los desajustes cambiarios, y las bajas tasas de interés. El capital comenzó a fluir de las potencias a los países de la periferia (Grecia, Portugal y España). Y valgan verdades las colocaciones excedieron largamente a la capacidad de retorno. Sin embargo, no fue el gasto público el mayoritario. Lo decisivo fue el masivo aumento del endeudamiento privado, por la distención excesiva de la banca para colocar créditos. Pero, paradójicamente, la mayor parte del llamado "salvataje" ha ido a parar a éstos mismos bancos en una clara demostración de que las ganancias son elitistas y las pérdidas democráticas (léase las pagamos todos). Y lo peor de todo es que ese dinero no se inyectará a la economía productiva, pues sólo solucionara los libros contables de dichos bancos.
La zona euro necesita mucho más que un rescate a la banca y los países más afectados deben recuperar su competitividad. Según el premio Nobel Joseph Stiglitz los planes de austeridad no solucionan nada. Mientras el desempleo aumente y no se recupere la demanda, las empresas no invertirán por temor a no vender sus productos. Esto es una llamada de alerta para nuestro país. Somos percibidos como una de las saludables economías del planeta. No obstante, la nuestra es una economía con piloto automático, basada en un modelo primario exportador. Esto nos hace más vulnerables a los remezones mundiales como el europeo. Gran parte de nuestra estabilidad es en el fondo especulativa. De otra forma no veríamos al BCR salir presuroso cada vez que el dólar amenaza desplomarse.
Sin embargo, hay otros países de la periferia europea que todo indica no serán tocados por la crisis. Por un lado, no hay que negar que hablamos de gobiernos y poblaciones disciplinadas (no derrochadoras), pero el factor clave es su inversión en el capital humano. En países como Finlandia, Noruega, Suecia, Dinamarca, la apuesta decisiva es por el binomio educación – tecnología. En éstos las reformas educativas a largo plazo, echaron a andar economías exportadoras de bienes de capital – la nuestra exporta bienes de consumo - trayendo un sólido bienestar para su población. Estos son los ejemplos que debemos imitar si queremos un blindaje relativamente seguro ante la crisis mundial, y sobre todo, si queremos encaminarnos hacia un desarrollo sostenible en los próximos años.

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