¿Sobra el agua?

 Por Raul Wiener.


LA PRIMERA conclusión que ha extraído el premier Valdés del peritaje es que el agua no falta sino sobra, lo que es contradictorio con la campaña de radio en la que participa su ministro de Ambiente y que dice más o menos que debemos cuidar el agua y no dejar que se acabe.
 ¿Y cómo es que se va acabar lo que estamos diciendo que sobra y que se puede además aumentar a voluntad, como si el agua se inventara, si los inversionistas gastan un poco más de plata en reservorios, mientras vemos la factibilidad de quedarnos con dos de las cuatro lagunas incluidas en el proyecto, que habían sido condenadas a ser depósito de desmonte, aunque como dicen los peritos sus aguas no valgan gran cosa por ser demasiado ácidas?

A todo esto le llaman “razones técnicas”, que son las que Valdés espera que finalmente los cajamarquinos vayan a escuchar, porque no sabían que estaban peleando por nada. En esencia se trata de un desprecio por la población provinciana y rural que parte de una propia subvaloración de sí mismo, ya que parece que el premier requería también de un estudio de casi 400 mil dólares para tener argumentos para seguir defendiendo lo que había sostenido como razón de orden y Estado en noviembre y diciembre del año pasado.

Si uno ve lluvias e inundaciones como las que regularmente se producen en los primeros meses del año, ríos caudalosos y grandes lagunas, podrá aceptar que hay etapas del año en la que el exceso de agua genera riesgos. Pero eso no es igual a decir que sobra, allí donde hay tanta gente sin agua potable y los campos son pobres porque falta irrigación e inversiones.

Decirles a estas personas que el “agua sobra” es ofenderlas. Porque ellos saben lo que les cuesta obtenerla y asegurarla año a año. Por eso su reclamo no es por ninguna superstición o ignorancia, como pretende el ahora esclarecido ministro Valdés.

Solo él puede contratar un estudio, ponerle como objetivo superar temores en la población y terminar siendo el único convencido del resultado. Y digo el único porque Pulgar-Vidal ha leído el peritaje como un trabalenguas: el EIA está bien hecho pero debe hacerse cambios sustanciales, y las lagunas no sirven pero dos de ellas deben conservarse; y Ollanta se ha ido más allá al proponer una plataforma de acuerdo político, que podría haber sido mejor manejada si las contradicciones dentro del gobierno y su propio temperamento no se lo impidiesen.

En el Perú hay agua, pero no sobra. Eso es lo que cualquier autoridad responsable debe advertir ante la expansión brutal de actividades extractivas que se apoderan de territorios y fuentes de agua que alteran violentamente el orden natural en el que la población ha vivido desde siempre.

¿Quieren que el campesino comunero se abobe, como hacen algunos en el gobierno, porque unos señores con títulos les dicen bajo contrato que no va a haber problemas, cuando siempre los ha habido al insertar gran minería en el mundo agrario?, ¿no se han dado cuenta que lo que estamos pulseando aquí son dos sabidurías: la de los que creen que siempre hay una técnica o una concesión, para que un gigante extractivo se instale donde antes todo fue ruralidad; y la de los que han aprendido a trabajar y vivir dentro del ciclo natural y se resisten a aceptar que alguien de fuera deje dicho en un papel que él sabe lo que los demás no saben, y al toque tome el primer avión para estar lo más lejos posible de las consecuencias de sus afirmaciones?

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