La Recuperación del Lote 88
Por Jimpson Dávila Ordoñez
El anuncio de la recuperación del Lote 88 constituye un paso importante hacia la democratización de la Política Energética. Se prevé que el gas recuperado servirá enormemente para poner en marcha un programa de consumo masificado de gas en las regiones del sur, permitiendo que los ciudadanos de a pie accedan a una energía limpia y, por supuesto, barata; marcando así la pauta de la inclusión social en su dimensión energética.
Y no era para menos, luego de 8 años del inicio de operaciones del Proyecto Camisea las conexiones domiciliarias de Gas Natural suman tan solo 50 mil, mientras que en países como Bolivia bordean las 300 mil conexiones. La red principal de distribución, por ejemplo, atraviesa 14 distritos en Lima y Callao, pero su distribución se expande solo en 6 de ellos. A fines de los 90, el Proyecto Camisea se perfilaba como la oportunidad de reducir nuestra dependencia del petróleo, cuyo déficit era de US$ 352 millones, pero que al 2008 aumentó a US$ 2400 millones explicado en buena cuenta por el crecimiento económico, pero también por la ausencia de una política de masificación del Gas Natural y pocos incentivos para la transición hacia un modelo de producción que use este recurso.
La administración actual ha dado señales claras de un cambio de dirección que busca que lo sucedido en Lima y Callao tampoco suceda en las regiones del sur, a través de la apuesta por el ducto de Kuntur, la petroquímica en el sur y esfuerzos por reducir el precio del GLP entre otros, pero ello no queda allí. En este proceso, actores importante serán también los Gobiernos Regionales del Sur quienes con claridad tendrán que definir el uso más estratégico del recurso de acuerdo a sus necesidades regionales. El gas no es solo gas; es electricidad para los pueblos alejados, son fertilizantes para la agricultura, es combustible para los taxistas y es calefacción para tantos que mueren de frío, no vaya suceder que luego de tanto batallar, el gas no necesariamente llegue a estos peruanos.
Por último, hay que reconocer que buena parte de estos emprendimientos implican riesgos y graves impactos socio ambientales. Muy cerca de la Planta Malvinas donde el presidente Humala hizo el anuncio, habitan comunidades nativas que viven en situación de extrema pobreza, desigualdad, analfabetismo y desnutrición; y para quienes significa poco el hecho que el Proyecto Camisea haya generado US$ 3500 millones en regalías y que el Perú sea una economía próspera. Por eso, que en la zona de Camisea, el Bajo Urubamba, no haya conflictos como lo ha mencionado el presidente Humala, no es un indicador que en el lugar todo sea perfecto. La experiencia ha demostrado que los conflictos socio ambientales son muchas veces consecuencia de la esperanza perdida, ya que no siempre las Industrias Extractivas son el motor del desarrollo sobre todo a nivel local. Entonces, qué se está esperando, ¿que la esperanza se pierda?
En este sentido, los aspectos socio ambientales pendientes en la zona de Camisea nos plantea la necesidad de un debate más integral que no se restrinja solo a cuándo llegará el gas y cuánto recibiremos por él, sino también, cómo y bajo qué condiciones socio ambientales llegará éste (p.e. un Programa de Desarrollo y Mitigación), con el objetivo de articular armónicamente crecimiento económico, paz social y protección ambiental.
El anuncio de la recuperación del Lote 88 constituye un paso importante hacia la democratización de la Política Energética. Se prevé que el gas recuperado servirá enormemente para poner en marcha un programa de consumo masificado de gas en las regiones del sur, permitiendo que los ciudadanos de a pie accedan a una energía limpia y, por supuesto, barata; marcando así la pauta de la inclusión social en su dimensión energética.
Y no era para menos, luego de 8 años del inicio de operaciones del Proyecto Camisea las conexiones domiciliarias de Gas Natural suman tan solo 50 mil, mientras que en países como Bolivia bordean las 300 mil conexiones. La red principal de distribución, por ejemplo, atraviesa 14 distritos en Lima y Callao, pero su distribución se expande solo en 6 de ellos. A fines de los 90, el Proyecto Camisea se perfilaba como la oportunidad de reducir nuestra dependencia del petróleo, cuyo déficit era de US$ 352 millones, pero que al 2008 aumentó a US$ 2400 millones explicado en buena cuenta por el crecimiento económico, pero también por la ausencia de una política de masificación del Gas Natural y pocos incentivos para la transición hacia un modelo de producción que use este recurso.
La administración actual ha dado señales claras de un cambio de dirección que busca que lo sucedido en Lima y Callao tampoco suceda en las regiones del sur, a través de la apuesta por el ducto de Kuntur, la petroquímica en el sur y esfuerzos por reducir el precio del GLP entre otros, pero ello no queda allí. En este proceso, actores importante serán también los Gobiernos Regionales del Sur quienes con claridad tendrán que definir el uso más estratégico del recurso de acuerdo a sus necesidades regionales. El gas no es solo gas; es electricidad para los pueblos alejados, son fertilizantes para la agricultura, es combustible para los taxistas y es calefacción para tantos que mueren de frío, no vaya suceder que luego de tanto batallar, el gas no necesariamente llegue a estos peruanos.
Por último, hay que reconocer que buena parte de estos emprendimientos implican riesgos y graves impactos socio ambientales. Muy cerca de la Planta Malvinas donde el presidente Humala hizo el anuncio, habitan comunidades nativas que viven en situación de extrema pobreza, desigualdad, analfabetismo y desnutrición; y para quienes significa poco el hecho que el Proyecto Camisea haya generado US$ 3500 millones en regalías y que el Perú sea una economía próspera. Por eso, que en la zona de Camisea, el Bajo Urubamba, no haya conflictos como lo ha mencionado el presidente Humala, no es un indicador que en el lugar todo sea perfecto. La experiencia ha demostrado que los conflictos socio ambientales son muchas veces consecuencia de la esperanza perdida, ya que no siempre las Industrias Extractivas son el motor del desarrollo sobre todo a nivel local. Entonces, qué se está esperando, ¿que la esperanza se pierda?
En este sentido, los aspectos socio ambientales pendientes en la zona de Camisea nos plantea la necesidad de un debate más integral que no se restrinja solo a cuándo llegará el gas y cuánto recibiremos por él, sino también, cómo y bajo qué condiciones socio ambientales llegará éste (p.e. un Programa de Desarrollo y Mitigación), con el objetivo de articular armónicamente crecimiento económico, paz social y protección ambiental.
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