El Estado no se planifica
Por Carlos Alonso Bedoya.
Cuando Fujimori impuso la reforma neoliberal en los noventa; destrozó –entre otras estructuras- el sistema de planificación estatal. Es que uno de los pilares del modelo económico que este viernes 5 de abril cumplirá 20 años de vigencia en el país, es precisamente que el Estado no intervenga para nada en la actividad económica.
Desactivada la planificación peruana, que por ese entonces se hacía en el Instituto Nacional de Planificación (INP) -creado décadas atrás a fin de tener control sobre el rumbo del Perú-, nos entregamos al vaivén de los mercados.
Dejamos de lado el pensar sobre el futuro de nuestro país y nos centramos en atraer inversión financiera y extractiva a costa de malos salarios y bajos impuestos, y de ajustar al máximo el presupuesto público para generar superávits primarios, pagando puntualmente la deuda externa, hasta por adelantado, en menoscabo de la seguridad social y los servicios esenciales como salud, Educación, vivienda y saneamiento, en el entendido de que la estabilidad fiscal es un fin en sí misma.
Cedimos al chantaje del Banco mundial y el Fondo Monetario Internacional, que entre otras cosas nos obligó a destruir nuestra banca de fomento en esos años.
Pero cuando llegamos al 2000 y salió a la luz todo el robo, corrupción y crímenes del régimen Fujimorista, la clase política, sin salirse del marco económico Fujimorista, tuvo la intención de hacer pequeños ajustes. Uno de ellos fue la corrección de la política fiscal y monetaria, implementando mecanismos de política contracíclica para hacer frente a las crisis internacionales. Otro fue la creación del Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (Ceplan). Lo primero fue mirado como necesario por la tecnocracia neoliberal del MEF, pero lo segundo no cayó nada bien para los operadores de ese súper ministerio. Por ello el Ceplan nunca jugó un rol protagónico durante el gobierno de Toledo, y ni qué decir con García. Arrimado en un rincón de la Presidencia del Consejo de Ministros, el Ceplan ni siquiera es consultado a la hora de hacer el presupuesto público, que lo sigue haciendo el MEF a diferencia de la mayoría de países de la región, en donde la programación de ingresos y gastos anuales obedecen a una planificación de corto, mediano y largo plazo.
Con la llegada de Ollanta al poder, el Ceplan tuvo la oportunidad de despegar, al menos así parecía cuando se designó al economista German Alarco. Las pocas veces que tuve la ocasión de conversar con él mientras lideró Ceplan, me dio la certeza de que teníamos al mejor funcionario allí.
Todo el tiempo estaba pensando cómo darle a la planificación estratégica el rol que merece en el Estado. Alarco hizo muchas propuestas en ese sentido. Y eso era bastante coherente con las posiciones de Ollanta de revivir el INP creando una estructura de planificación eficaz y seria.
Pero ahora que se ha prescindido de Alarco en Ceplan, y se ha puesto en su lugar al ingeniero Felipe Paz Soldán, un exgerente de AFP y otras empresas privadas, que de planificación nacional no sabe nada, ni le interesa, pero que cuenta con el aval de Castilla, hemos retrocedido a la posición Fujimorista de que el Estado no se planifica.
Cuando Fujimori impuso la reforma neoliberal en los noventa; destrozó –entre otras estructuras- el sistema de planificación estatal. Es que uno de los pilares del modelo económico que este viernes 5 de abril cumplirá 20 años de vigencia en el país, es precisamente que el Estado no intervenga para nada en la actividad económica.
Desactivada la planificación peruana, que por ese entonces se hacía en el Instituto Nacional de Planificación (INP) -creado décadas atrás a fin de tener control sobre el rumbo del Perú-, nos entregamos al vaivén de los mercados.
Dejamos de lado el pensar sobre el futuro de nuestro país y nos centramos en atraer inversión financiera y extractiva a costa de malos salarios y bajos impuestos, y de ajustar al máximo el presupuesto público para generar superávits primarios, pagando puntualmente la deuda externa, hasta por adelantado, en menoscabo de la seguridad social y los servicios esenciales como salud, Educación, vivienda y saneamiento, en el entendido de que la estabilidad fiscal es un fin en sí misma.
Cedimos al chantaje del Banco mundial y el Fondo Monetario Internacional, que entre otras cosas nos obligó a destruir nuestra banca de fomento en esos años.
Pero cuando llegamos al 2000 y salió a la luz todo el robo, corrupción y crímenes del régimen Fujimorista, la clase política, sin salirse del marco económico Fujimorista, tuvo la intención de hacer pequeños ajustes. Uno de ellos fue la corrección de la política fiscal y monetaria, implementando mecanismos de política contracíclica para hacer frente a las crisis internacionales. Otro fue la creación del Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (Ceplan). Lo primero fue mirado como necesario por la tecnocracia neoliberal del MEF, pero lo segundo no cayó nada bien para los operadores de ese súper ministerio. Por ello el Ceplan nunca jugó un rol protagónico durante el gobierno de Toledo, y ni qué decir con García. Arrimado en un rincón de la Presidencia del Consejo de Ministros, el Ceplan ni siquiera es consultado a la hora de hacer el presupuesto público, que lo sigue haciendo el MEF a diferencia de la mayoría de países de la región, en donde la programación de ingresos y gastos anuales obedecen a una planificación de corto, mediano y largo plazo.
Con la llegada de Ollanta al poder, el Ceplan tuvo la oportunidad de despegar, al menos así parecía cuando se designó al economista German Alarco. Las pocas veces que tuve la ocasión de conversar con él mientras lideró Ceplan, me dio la certeza de que teníamos al mejor funcionario allí.
Todo el tiempo estaba pensando cómo darle a la planificación estratégica el rol que merece en el Estado. Alarco hizo muchas propuestas en ese sentido. Y eso era bastante coherente con las posiciones de Ollanta de revivir el INP creando una estructura de planificación eficaz y seria.
Pero ahora que se ha prescindido de Alarco en Ceplan, y se ha puesto en su lugar al ingeniero Felipe Paz Soldán, un exgerente de AFP y otras empresas privadas, que de planificación nacional no sabe nada, ni le interesa, pero que cuenta con el aval de Castilla, hemos retrocedido a la posición Fujimorista de que el Estado no se planifica.
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