¿Paradigmas Tecno-económicos?
Por German Alarco Tosoni.
Dentro de las teorías para explicar los ciclos largos en la evolución de la economía internacional y el crecimiento económico destaca el rol motriz de los cambios científicos, tecnológicos e innovación. El origen de este enfoque radica en N.D. Kondrátiev (1925), fue desarrollado de manera independiente por J. Schumpeter (1911 y 1939) y retomado en la década de los años ochentas por un conjunto de autores como C. Pérez, G. Dosi, C. Freeman, entre otros. Esta perspectiva científica resulta útil como contraposición a la visión idílica de que los cambios científicos y tecnológicos bajo toda circunstancia son siempre positivos para la sociedad y las personas. En realidad el progreso no es constante y en los procesos de transición se pueden suscitar serios problemas.
Para Freeman y Pérez (1988) el crecimiento económico se produce de manera discontinua con periodos de aceleración, desaceleración, estancamiento y crisis, para producirse nuevamente otro nuevo ciclo y así sucesivamente. Para ellos hay diferentes tipos de innovación: marginales, radicales, cambios en el sistema tecnológico y cambios en el paradigma tecno-económico. Estos últimos son los que dan origen a estos ciclos de largo plazo. Involucran una combinación de innovaciones de productos y procesos interrelacionados, cambios en los conceptos de eficiencia y escalas óptimas, estilos de administrar, requerimientos de mano de obra, fuerte sesgo a un factor clave, nuevo patrón de inversión y localización geográfica, nuevos polos de concentración y crecimiento. Adicionalmente, por la magnitud de los cambios pueden provocar caos en todos los mercados e impulsan modificaciones socio-institucionales y políticas importantes.
La revolución generada por las tecnologías de la información (TICS) pareciera ser el quinto de estos ciclos. El primero fue la revolución industrial (1770s-1830s) con factor clave en el hierro, la prosperidad victoriana (1840s-1880s) con el carbón asociado al desarrollo de las redes ferroviarias, la bella época (1890s-1930s) con la industria del acero, la edad de oro del crecimiento (1940s-1980s) asociada a la expansión de los bienes de consumo teniendo al petróleo como factor clave y de la información y comunicación (1980s-90s en adelante) con la microelectrónica.
La transición de un ciclo a otro es compleja y con resultados también problemáticos. El proceso entre el cuarto y el quinto paradigma (TICS) es un proceso incompleto con algunos resultados negativos en empleo. Las mejoras en productos y procesos han sido significativas, pero este nuevo ciclo tiene una menor capacidad de arrastre -por su contenido inmaterial- que los anteriores. Sólo como ejemplo, toda la industria mundial de equipos y software de comunicaciones es equivalente a menos del 1% de la producción mundial. Asimismo, las nuevas innovaciones crean oportunidades pero también destruyen el “orden” anterior. Toda oferta no crea su propia demanda.
Dentro de las teorías para explicar los ciclos largos en la evolución de la economía internacional y el crecimiento económico destaca el rol motriz de los cambios científicos, tecnológicos e innovación. El origen de este enfoque radica en N.D. Kondrátiev (1925), fue desarrollado de manera independiente por J. Schumpeter (1911 y 1939) y retomado en la década de los años ochentas por un conjunto de autores como C. Pérez, G. Dosi, C. Freeman, entre otros. Esta perspectiva científica resulta útil como contraposición a la visión idílica de que los cambios científicos y tecnológicos bajo toda circunstancia son siempre positivos para la sociedad y las personas. En realidad el progreso no es constante y en los procesos de transición se pueden suscitar serios problemas.
Para Freeman y Pérez (1988) el crecimiento económico se produce de manera discontinua con periodos de aceleración, desaceleración, estancamiento y crisis, para producirse nuevamente otro nuevo ciclo y así sucesivamente. Para ellos hay diferentes tipos de innovación: marginales, radicales, cambios en el sistema tecnológico y cambios en el paradigma tecno-económico. Estos últimos son los que dan origen a estos ciclos de largo plazo. Involucran una combinación de innovaciones de productos y procesos interrelacionados, cambios en los conceptos de eficiencia y escalas óptimas, estilos de administrar, requerimientos de mano de obra, fuerte sesgo a un factor clave, nuevo patrón de inversión y localización geográfica, nuevos polos de concentración y crecimiento. Adicionalmente, por la magnitud de los cambios pueden provocar caos en todos los mercados e impulsan modificaciones socio-institucionales y políticas importantes.
La revolución generada por las tecnologías de la información (TICS) pareciera ser el quinto de estos ciclos. El primero fue la revolución industrial (1770s-1830s) con factor clave en el hierro, la prosperidad victoriana (1840s-1880s) con el carbón asociado al desarrollo de las redes ferroviarias, la bella época (1890s-1930s) con la industria del acero, la edad de oro del crecimiento (1940s-1980s) asociada a la expansión de los bienes de consumo teniendo al petróleo como factor clave y de la información y comunicación (1980s-90s en adelante) con la microelectrónica.
La transición de un ciclo a otro es compleja y con resultados también problemáticos. El proceso entre el cuarto y el quinto paradigma (TICS) es un proceso incompleto con algunos resultados negativos en empleo. Las mejoras en productos y procesos han sido significativas, pero este nuevo ciclo tiene una menor capacidad de arrastre -por su contenido inmaterial- que los anteriores. Sólo como ejemplo, toda la industria mundial de equipos y software de comunicaciones es equivalente a menos del 1% de la producción mundial. Asimismo, las nuevas innovaciones crean oportunidades pero también destruyen el “orden” anterior. Toda oferta no crea su propia demanda.
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