Hambre y desperdicio de alimentos
Por Jurgen Schuldt
Según las cifras sobre la pérdida y el desperdicio de alimentos, recientemente dadas a conocer por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cada año se dejan de aprovechar 670 millones de toneladas de alimentos perfectamente comestibles en los países industrializados y 630’ adicionales en los países en desarrollo.
En ese contexto, hace unos años, el Director Ejecutivo de la FAO aludía a un contraste indignante: en 2006 el mundo gastó 1.200 miles de millones de dólares en armamento, mientras se desperdiciaba comida por un múltiplo de ese valor. Cifra que también podríamos contrastar con el hecho de que en ese año el exceso de consumo por parte de los obesos ascendió a US$ 20.000 millones a nivel mundial. Algo que nos debería llamar a reflexión y a cambiar de comportamiento a quienes vivimos en la abundancia.
Más aún, según el mencionado director: “Frente a este telón de fondo, ¿cómo explicamos a personas con sentido común y buena fe que no es posible conseguir 30.000 millones de dólares al año que permitan a 862 millones de personas hambrientas disfrutar del más elemental de los derechos humanos: el derecho a la alimentación y por tanto el derecho a la vida?”.
El gráfico adjunto nos muestra que los países que más pierden y desperdician alimentos por habitante, en sus diversas etapas de extracción, transformación, transporte y consumo, son los llamados “desarrollados”, consecuencia de sus altos niveles de ingreso y su creciente desidia y despreocupación en materia de gasto en comida.
Sin embargo, en ambos grupos de países, la pérdida de alimentos es bastante superior en las fases propiamente productivas (extracción, almacenamiento, distribución al por mayor y al por menor). Como tal, el problema del desperdicio evitable en el consumo, aunque muy grave, es efectivamente menor a los desechos en la producción, con lo que este se convierte en el principal escollo para afrontar el problema del hambre.
Sorprendentemente, según el diagrama, América Latina pierde más alimentos per cápita en la fase pre-consumo que todas las demás regiones. A este respecto, el estudio mencionado nos dice que “las causas de las pérdidas de alimentos en los países de bajos ingresos están relacionadas principalmente con limitaciones financieras, administrativas y técnicas en los procesos de cosecha, almacenamiento y en las facilidades de congelamiento en condiciones climáticas difíciles, en la infraestructura deficiente y los sistemas de empaque y mercadeo”.
De otra parte, los consumidores desechan alimentos adquiridos, que bien podrían consumirse. Estos montos son impresionantes, medidos en kilos por habitante: América del Norte, 130; Europa, 100, Asia industrial, 80; África del Norte y Asia Occidental y Central, 35; América Latina, 25; y África Subsahariana, 8. Es decir, a más abundancia, más desperdicio evitable de alimentos por persona.
Un mayor cuidado en las decisiones de compra y preparación de alimentos, por un lado, y un más eficiente manejo de la cosecha y distribución de alimentos, por el otro, podría resolver fácilmente el problema de esas mil millones de personas que hoy en día se acuestan con hambre todas las noches en el mundo.
Fuente: FAO/SIK (2011). Global Food Losses and Food Waste. Extent, Causes, and Prevention (www.fao.org/fileadmin/user_upload/ags/publications/GFL_web.pdf).
Según las cifras sobre la pérdida y el desperdicio de alimentos, recientemente dadas a conocer por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cada año se dejan de aprovechar 670 millones de toneladas de alimentos perfectamente comestibles en los países industrializados y 630’ adicionales en los países en desarrollo.
En ese contexto, hace unos años, el Director Ejecutivo de la FAO aludía a un contraste indignante: en 2006 el mundo gastó 1.200 miles de millones de dólares en armamento, mientras se desperdiciaba comida por un múltiplo de ese valor. Cifra que también podríamos contrastar con el hecho de que en ese año el exceso de consumo por parte de los obesos ascendió a US$ 20.000 millones a nivel mundial. Algo que nos debería llamar a reflexión y a cambiar de comportamiento a quienes vivimos en la abundancia.
Más aún, según el mencionado director: “Frente a este telón de fondo, ¿cómo explicamos a personas con sentido común y buena fe que no es posible conseguir 30.000 millones de dólares al año que permitan a 862 millones de personas hambrientas disfrutar del más elemental de los derechos humanos: el derecho a la alimentación y por tanto el derecho a la vida?”.
El gráfico adjunto nos muestra que los países que más pierden y desperdician alimentos por habitante, en sus diversas etapas de extracción, transformación, transporte y consumo, son los llamados “desarrollados”, consecuencia de sus altos niveles de ingreso y su creciente desidia y despreocupación en materia de gasto en comida.
Sin embargo, en ambos grupos de países, la pérdida de alimentos es bastante superior en las fases propiamente productivas (extracción, almacenamiento, distribución al por mayor y al por menor). Como tal, el problema del desperdicio evitable en el consumo, aunque muy grave, es efectivamente menor a los desechos en la producción, con lo que este se convierte en el principal escollo para afrontar el problema del hambre.
Sorprendentemente, según el diagrama, América Latina pierde más alimentos per cápita en la fase pre-consumo que todas las demás regiones. A este respecto, el estudio mencionado nos dice que “las causas de las pérdidas de alimentos en los países de bajos ingresos están relacionadas principalmente con limitaciones financieras, administrativas y técnicas en los procesos de cosecha, almacenamiento y en las facilidades de congelamiento en condiciones climáticas difíciles, en la infraestructura deficiente y los sistemas de empaque y mercadeo”.
De otra parte, los consumidores desechan alimentos adquiridos, que bien podrían consumirse. Estos montos son impresionantes, medidos en kilos por habitante: América del Norte, 130; Europa, 100, Asia industrial, 80; África del Norte y Asia Occidental y Central, 35; América Latina, 25; y África Subsahariana, 8. Es decir, a más abundancia, más desperdicio evitable de alimentos por persona.
Un mayor cuidado en las decisiones de compra y preparación de alimentos, por un lado, y un más eficiente manejo de la cosecha y distribución de alimentos, por el otro, podría resolver fácilmente el problema de esas mil millones de personas que hoy en día se acuestan con hambre todas las noches en el mundo.
Fuente: FAO/SIK (2011). Global Food Losses and Food Waste. Extent, Causes, and Prevention (www.fao.org/fileadmin/user_upload/ags/publications/GFL_web.pdf).
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