¿Guerra comercial?
Por German Alarco Tosoni *
Es indiscutible que China es el motor de la economía mundial. La semana pasada los medios de prensa recogieron marginalmente dos noticias relevantes que pueden afectar el curso de los acontecimientos. El Senado estadounidense aprobó un proyecto de ley que busca penalizar a China por manipular su moneda – el yuan- para promover las exportaciones. La otra noticia, de origen local, señala que las exportaciones de confecciones de origen chino son cada vez más caras, como resultado del proceso inflacionario en dicho país. Estos elementos pueden afectar el ritmo de crecimiento de las exportaciones chinas y por tanto de las importaciones que dinamizan a nuestras economías.
El proyecto del Senado permitiría a los EE.UU. imponer aranceles a productos de países que subsidian las exportaciones al desvalorizar sus monedas. Esta propuesta fue aprobada por 63 votos a favor y 35 en contra, aunque requiere del visto bueno de la Cámara de Representantes. El viceministro de relaciones exteriores chino ya manifestó que esta podría iniciar una guerra comercial que generaría una pérdida para ambos países. A inicios de la década de los noventas China depreció drásticamente su moneda respecto del dólar americano, antes de convertirse en una potencia exportadora. Fue una decisión soberana e inteligente en circunstancias en que esa economía requería de pocas materias primas e insumos del exterior.
En la década de los años ochenta Japón cedió a la presión internacional y apreció su moneda. Al final de cuentas todo fue inútil, ya que si bien se desaceleró la economía japonesa, luego de unos años reinició su dinamismo exportador. Igual ocurriría con China. La apreciación de la moneda reduciría márgenes de ganancia de los exportadores y encarecería sus bienes y servicios. Inicialmente se podrían balancear los flujos comerciales, pero evidentemente habría una desaceleración en el ritmo de crecimiento. A la larga, por su elevada productividad, nuevamente se agravaría el superávit comercial.
La ofensiva contra China no es nueva. En 2008, la revista The Economist la acusó de ser causante de la crisis financiera internacional por generar amplios superávits en la balanza comercial. Los excesos de divisas, a juicio de esa publicación, explican la abundancia de liquidez que motivó bajas tasas de interés que promovieron las burbujas en el mercado hipotecario, de valores y de commodities. Se olvidaron de los problemas estructurales, del rol de la Reserva Federal norteamericana, entre otros. Una apreciación del yuan, una guerra comercial y el encarecimiento de las exportaciones chinas son, sin lugar a dudas, malas señales para la economía internacional.
Investigador CENTRUM Católica *
Es indiscutible que China es el motor de la economía mundial. La semana pasada los medios de prensa recogieron marginalmente dos noticias relevantes que pueden afectar el curso de los acontecimientos. El Senado estadounidense aprobó un proyecto de ley que busca penalizar a China por manipular su moneda – el yuan- para promover las exportaciones. La otra noticia, de origen local, señala que las exportaciones de confecciones de origen chino son cada vez más caras, como resultado del proceso inflacionario en dicho país. Estos elementos pueden afectar el ritmo de crecimiento de las exportaciones chinas y por tanto de las importaciones que dinamizan a nuestras economías.
El proyecto del Senado permitiría a los EE.UU. imponer aranceles a productos de países que subsidian las exportaciones al desvalorizar sus monedas. Esta propuesta fue aprobada por 63 votos a favor y 35 en contra, aunque requiere del visto bueno de la Cámara de Representantes. El viceministro de relaciones exteriores chino ya manifestó que esta podría iniciar una guerra comercial que generaría una pérdida para ambos países. A inicios de la década de los noventas China depreció drásticamente su moneda respecto del dólar americano, antes de convertirse en una potencia exportadora. Fue una decisión soberana e inteligente en circunstancias en que esa economía requería de pocas materias primas e insumos del exterior.
En la década de los años ochenta Japón cedió a la presión internacional y apreció su moneda. Al final de cuentas todo fue inútil, ya que si bien se desaceleró la economía japonesa, luego de unos años reinició su dinamismo exportador. Igual ocurriría con China. La apreciación de la moneda reduciría márgenes de ganancia de los exportadores y encarecería sus bienes y servicios. Inicialmente se podrían balancear los flujos comerciales, pero evidentemente habría una desaceleración en el ritmo de crecimiento. A la larga, por su elevada productividad, nuevamente se agravaría el superávit comercial.
La ofensiva contra China no es nueva. En 2008, la revista The Economist la acusó de ser causante de la crisis financiera internacional por generar amplios superávits en la balanza comercial. Los excesos de divisas, a juicio de esa publicación, explican la abundancia de liquidez que motivó bajas tasas de interés que promovieron las burbujas en el mercado hipotecario, de valores y de commodities. Se olvidaron de los problemas estructurales, del rol de la Reserva Federal norteamericana, entre otros. Una apreciación del yuan, una guerra comercial y el encarecimiento de las exportaciones chinas son, sin lugar a dudas, malas señales para la economía internacional.
Investigador CENTRUM Católica *
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