Krugman, los sindicatos y la democracia

 Por Otra Mirada

Hace unos meses, Paul Krugman -premio nobel de Economía 2008- redactó una interesante columna referida a un conjunto de hechos acontecidos en el estado de Wisconsin en EE.UU.
La polémica se centra en la decisión del gobernador de Wisconsin -Scott Walker- de suprimir el derecho a la negociación colectiva de los trabajadores de entidades públicas con el objetivo-último de suprimir los sindicatos estatales en Wisconsin.
Tras la crisis económica de 2008-2009, las secuelas fiscales en el estado de Wisconsin permanecen latentes. Los ingresos fiscales han caído, y los fondos de estímulo que “socorrieron” la economía entre 2009 y 2010 simplemente se han desvanecido. Ante esta coyuntura, Scott Walker instó a enfrentar esta situación con un “sacrifico” por parte del total de actores. De esta forma, Walker planteó un conjunto de medidas de corte monetario que afectarían a los gremios laborales; medida que fue bien recibida por los líderes sindicales. Hasta allí todo bien. No obstante, Walker aplicó una reducción en los impuestos deteriorando más la situación de déficit fiscal y dejando en claro que más que negociar, lo que quería era suprimir el derecho a la negociación de los trabajadores.
Tal cual asevera Krugman, a diferencia de lo que Walker quiere dar a entender, aquí no se trata de una política de ajuste fiscal, ni se trata de solucionar los problemas contables de Wisconsin. Aquí se trata de poder. Poder político y económico. Punto.
Veamos. En teoría y de acuerdo a ley todo ciudadano de EE.UU. tiene igual “voz” en los procesos políticos. Sin embargo, en términos reales y prácticos tal simetría no existe. Los grandes empresarios pueden emplear asesores especializados en el lobby político-económico con el Estado. Asimismo, los empresarios pueden financiar a grupos de “pensadores” (lo que en EE.UU. se denomina think-thank) quiénes se encargan de idear y posicionar mediáticamente las ideas-fuerza en torno a cómo (y solo así) debe llevarse adelante la política económica en una sociedad. De acuerdo a Krugman: “En el papel, somos una nación de una persona-un voto, en la realidad somos una pequeña parte de una oligarquía en la que la gente rica domina”.
Ante esta situación es imprescindible la presencia de instituciones que promuevan y resguarden a las organizaciones-actores que sirvan de contrapeso al cúmulo de poder económico-político en EE.UU. El objetivo es desterrar un régimen que en la práctica mantiene un carácter oligárquico y salvaguardar una real democracia. En ese sentido, los sindicatos son uno de los principales actores que históricamente están llamados a asumir dicho rol.
Como indica Krugman, uno no tiene que amar a los sindicatos, ni siquiera estar de acuerdo a sus posiciones políticas, pero si ser consciente de que son uno de los pocos actores que representan a los intereses de la clase media-trabajadora norteamericana en contrapeso a los intereses de la población más pudiente. Y es por esto que su presencia es indispensable en un régimen democrático que aspire a un equilibrio de poderes. Para Krugman, si EE.UU. ha asumido un carácter oligárquico en los últimos años es producto de la severa disminución de sindicatos en el sector privado.
Krugman finaliza el artículo enfatizando una interesante paradoja. Fue justamente el grupo de mayor poder económico-político en EE.UU. quién al evadir o eliminar mecanismos de regulación del mercado generó la mayor crisis económica de los últimos años. Crisis que es el trasfondo de toda esta situación. Es increíble que ahora y usando como justificación la crisis que ellos mismos generaron (en base a la desregulación), quieran eliminar uno de los pocos contra-pesos o controles regulatorios de su poder.
En nuestro país, sindicato es casi una “mala palabra”. Sin dudas que el artículo de Krugman debe llamar a la reflexión, si lo que queremos es construir una verdadera democracia y desterrar regímenes emparentados con arcaicas oligarquías.

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