Un amplio acuerdo
Por Felix Jimenez
Cuando la democracia es limitada por una injusta y desigual distribución del ingreso, por La exclusión social, y por un sistema económico que no genera empleos de calidad y salarios decentes, el miedo es el arma utilizada por los grupos de poder para envilecer al pueblo e impedir el cambio. A esto se agrega, en nuestro país, la práctica étnica y culturalmente autocentrada del poder de ciertas elites sociales, empresariales y políticas que actúan, como digo en otra parte, “diferenciándose de la mayoría de la población, imponiendo sus preferencias en los contenidos de las políticas económicas y, por lo tanto, desatendiendo las consecuencias de estas políticas en las condiciones de vida de aquella población cuya composición étnico-cultural es diferente a la suya”.
Las reacciones de autodefensa que el miedo genera, en estas condiciones, impide valorar la vida en democracia, es decir, valorar la importancia de convivir con partidos e ideologías distintos y hasta contrapuestos.
El pensamiento único neoliberal que la dictadura fujimorista puso en práctica en la década de los noventa, exacerbó el ejercicio no democrático del poder, envileció a la población excluida y en situación de pobreza, pero también a la propia naturaleza de la política. Ésta dejó de ser instrumento de justicia social; la política pública se convirtió en vehículo de asistencia y caridad; y, los espacios públicos (escuelas, hospitales, etc.) se convirtieron en guetos para pobres.
Fueron casi veinte años de envilecimiento y del retiro de la decencia de la práctica política.
Por las razones anteriores, el resultado de la primera vuelta electoral genera esperanza porque revela que hemos avanzado algo en la construcción de ciudadanía y democracia. A pesar de la campaña del miedo que, al igual que en el año 2006, realizaron los grupos de poder y cierta prensa, un tercio de nuestros compatriotas ha expresado libremente y sin temor su deseo de transformar esa realidad votando por la candidatura de Ollanta Humala. “Los electores de abajo, dice un amigo, desde hace buen tiempo muestran una racionalidad clara, en función de la defensa de sus intereses tantas veces traicionados”.
Se ha abierto así el camino hacia la consolidación de la democracia. Estamos frente al nacimiento de nuevos sujetos políticos –la amplia mayoría de nuestra población reclama cambios en la manera de crecer de la economía para generar desarrollo—y de un nuevo liderazgo político, el de Ollanta Humala, que ofrece ejercer el poder y gestionar las políticas públicas asegurando y garantizando la justicia social y el desarrollo nacional en democracia.
Esta es la ruta que acaba de ser abierta con los resultados de la primera vuelta. Las fuerzas del cambio y de la democracia tenemos la tarea histórica de derrotar al fujimorismo corrupto y violador de los derechos humanos que hoy representa Keiko Fujimori. Es, por lo tanto, la hora de un amplio acuerdo político para darle gobernabilidad a las fuerzas del cambio que lidera Ollanta Humala y para iniciar la cura moral de nuestra sociedad, para que la decencia –como dice el siquiatra Castilla del Pino-- “sea el supremo valor moral en toda clase de relación (personal, social, política y profesional)”. Está abierta la oportunidad para consolidar una forma de gobierno republicana y democrática, y de hacerla irreversible. Unámonos.
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