Pensión social: Que nada cambie
Por Humberto Campodonico
Es de todos conocido que las encuestas preprimera vuelta decían que un tercio de la población pedía cambios al programa económico y que otro tercio pedía “cambios radicales” a ese mismo programa. Es también constatable que la primera vuelta la ganó el candidato que proponía esos cambios. En otras palabras, los cambios que la gente pedía poco a poco fueron encontrando una representación política.
Pero cuando se propone poner en marcha esos cambios –necesarios para que poco a poco se vaya reduciendo la desigualdad social– inmediatamente son criticados desde todos los ángulos, con diversos “argumentos”: generan inflación, no son financiables, van a quitar los ahorros de la gente, generarán déficit fiscal, etc.
Entonces, ¿qué se puede hacer? Nada, porque los críticos afirman que todo cambio en el programa o en el modelo es malo per se. Ergo, nada cambia para que todo siga igual.
Es lo que se dice, por ejemplo, de la pensión social (o pensión no contributiva) que propone la Pensión 65 de Gana Perú: todos los peruanos mayores de 65 años –que han trabajado toda su vida pero no han podido aportar a ningún sistema de pensiones– tienen derecho a recibir una Pensión Social.
Se afirma que esto va a “desincentivar” los aportes de los trabajadores que ya están contribuyendo al sistema privado y público y, también, que no habrá dinero para financiarlos. Lo mismo se dijo en Chile cuando la presidenta Bachelet instauró la pensión social para todos los ciudadanos mayores de 65 años.
Pero sucedió que lo de la “desincentivación” de los aportes no pasó de ser un “rumor interesado” de las AFP chilenas. Y con respecto al financiamiento, el gobierno dijo bien claro que este programa era prioritario y lo incluyó dentro de las metas presupuestales. Así, del 2008 al 2011 esta inversión social pasó de US$ 440 a 1.816 millones y las personas beneficiadas casi se duplicaron: en el 2011 serán 1,17 millones de chilenos (ver cuadro).
¿Es que al presidente Piñera se le ha ocurrido criticar esta reforma de la presidenta Bachelet? Nada que ver, ni la ha tocado porque hay lucidez en la derecha chilena. No solo eso, Piñera acaba de anunciar que en el 2011 más de 115.000 mujeres recibirán el “bono por hijo”, que busca mejorar las pensiones de las mujeres. Se han incluido 92.710 millones de pesos (US$ 185 millones) en el Presupuesto 2011. Agreguemos el “bono marzo”, creación Piñera, que entregará 40.000 pesos a 4 millones de chilenos por un total de US$ 326 millones en el 2011.
La cuestión es clara. Si se busca reducir la enorme desigualdad social (algo en lo que, supuestamente, todos concuerdan), los ciudadanos de un país deben sentir que todos están en el mismo barco, navegando a un destino común. La pensión social contribuye a ese objetivo y es ya una realidad no solo en Chile, sino también en Bolivia, Brasil, Argentina y Uruguay.
Esta pensión social es perfectamente viable en el Perú. Se pueden discutir los montos y los esquemas técnicos. OK. No hay problema porque todo es perfectible. Lo que no se puede hacer, responsablemente, es tirársela abajo. A menos que, claro, se trate de una “guerra sucia” sin cuartel para que nada cambie, para que todo siga igual.
Es de todos conocido que las encuestas preprimera vuelta decían que un tercio de la población pedía cambios al programa económico y que otro tercio pedía “cambios radicales” a ese mismo programa. Es también constatable que la primera vuelta la ganó el candidato que proponía esos cambios. En otras palabras, los cambios que la gente pedía poco a poco fueron encontrando una representación política.
Pero cuando se propone poner en marcha esos cambios –necesarios para que poco a poco se vaya reduciendo la desigualdad social– inmediatamente son criticados desde todos los ángulos, con diversos “argumentos”: generan inflación, no son financiables, van a quitar los ahorros de la gente, generarán déficit fiscal, etc.
Entonces, ¿qué se puede hacer? Nada, porque los críticos afirman que todo cambio en el programa o en el modelo es malo per se. Ergo, nada cambia para que todo siga igual.
Es lo que se dice, por ejemplo, de la pensión social (o pensión no contributiva) que propone la Pensión 65 de Gana Perú: todos los peruanos mayores de 65 años –que han trabajado toda su vida pero no han podido aportar a ningún sistema de pensiones– tienen derecho a recibir una Pensión Social.
Se afirma que esto va a “desincentivar” los aportes de los trabajadores que ya están contribuyendo al sistema privado y público y, también, que no habrá dinero para financiarlos. Lo mismo se dijo en Chile cuando la presidenta Bachelet instauró la pensión social para todos los ciudadanos mayores de 65 años.
Pero sucedió que lo de la “desincentivación” de los aportes no pasó de ser un “rumor interesado” de las AFP chilenas. Y con respecto al financiamiento, el gobierno dijo bien claro que este programa era prioritario y lo incluyó dentro de las metas presupuestales. Así, del 2008 al 2011 esta inversión social pasó de US$ 440 a 1.816 millones y las personas beneficiadas casi se duplicaron: en el 2011 serán 1,17 millones de chilenos (ver cuadro).
¿Es que al presidente Piñera se le ha ocurrido criticar esta reforma de la presidenta Bachelet? Nada que ver, ni la ha tocado porque hay lucidez en la derecha chilena. No solo eso, Piñera acaba de anunciar que en el 2011 más de 115.000 mujeres recibirán el “bono por hijo”, que busca mejorar las pensiones de las mujeres. Se han incluido 92.710 millones de pesos (US$ 185 millones) en el Presupuesto 2011. Agreguemos el “bono marzo”, creación Piñera, que entregará 40.000 pesos a 4 millones de chilenos por un total de US$ 326 millones en el 2011.
La cuestión es clara. Si se busca reducir la enorme desigualdad social (algo en lo que, supuestamente, todos concuerdan), los ciudadanos de un país deben sentir que todos están en el mismo barco, navegando a un destino común. La pensión social contribuye a ese objetivo y es ya una realidad no solo en Chile, sino también en Bolivia, Brasil, Argentina y Uruguay.
Esta pensión social es perfectamente viable en el Perú. Se pueden discutir los montos y los esquemas técnicos. OK. No hay problema porque todo es perfectible. Lo que no se puede hacer, responsablemente, es tirársela abajo. A menos que, claro, se trate de una “guerra sucia” sin cuartel para que nada cambie, para que todo siga igual.
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