El voto de los descontentos
Por Oscar Dancourt
Refiriéndose a la intención de voto por Humala, García ha dicho que solo un votante de cada cuatro está descontento con el modelo económico. O sea, los votantes de Toledo o Fujimori o Castañeda serian partidarios convencidos de este crecimiento económico que va acompañado de una casi nula redistribución de ingresos desde arriba hacia abajo a través del presupuesto público.
Como ha dicho Jorge Bruce en su columna, “es porque sucesivos gobiernos han sido incapaces de atender las demandas y necesidades de los más desprotegidos, en pleno boom de crecimiento macroeconómico, que nos encontramos en esta encrucijada (electoral). (…) las elecciones son el medio más eficiente para reparar en todo aquello que debió hacerse (…) y no se hizo. Si suprimimos esta notificación quinquenal, lo único que habremos logrado será negar la existencia de millones de peruanos que viven en condiciones inhumanas y carecen de oportunidades para competir en igualdad de condiciones”.
Cada cinco años, la democracia iguala a los desiguales. Si el país es todavía un mar de pobreza con islas de riqueza y crecimiento económico, eso se reflejara en las elecciones. Parece pues que García esta equivocado y que los excluidos son todavía la mayoría, dos o tres de cada cuatro electores. En 15 años quizás sean uno de cada cuatro o cinco electores, si hacemos que eso ocurra.
Refiriéndose a la intención de voto por Humala, García ha dicho que solo un votante de cada cuatro está descontento con el modelo económico. O sea, los votantes de Toledo o Fujimori o Castañeda serian partidarios convencidos de este crecimiento económico que va acompañado de una casi nula redistribución de ingresos desde arriba hacia abajo a través del presupuesto público.
Si García tuviera razón, dos de cada tres no desaprobarían su gestión, a pesar de que la economía peruana ha crecido en la última década más que el promedio latinoamericano y con una menor inflación. Si García tuviera razón, la campaña electoral actual y el reciente debate entre los 5 candidatos principales no habría girado sobre algunas claves de esa redistribución de ingresos desde arriba hacia abajo que es una función básica de un estado moderno. Mejor salud y mejor educación para las clases populares, más y mejores programas sociales, pensión de jubilación para la mayoría que no la tiene, etc. Cosas que cuestan dinero: 3% del PBI anual, según algunos cálculos. Ciertamente, sin un aumento de la recaudación tributaria y mayores impuestos a las empresas mineras no se podrá financiar este gasto público extra. Eso fue lo que prometió García para ganar las elecciones en el 2006 y fue justamente lo que no hizo: redistribuir. El impuesto a las sobre ganancias se convirtió en el óbolo minero y de allí saltamos al perro del hortelano.Si García tuviera razón, el tema de la generación de suficientes empleos modernos con buenos salarios no habría sido importante en esta campaña electoral. No por casualidad, los arquitectos de la publicidad electoral de los principales candidatos se han dirigido a la masa de votantes con una idea central similar: queremos un crecimiento económico más inclusivo, más justo, etc.
La campaña electoral hasta ahora ha sido una lucha por el voto de los excluidos del modelo económico. Humala ha tenido la estrategia más efectiva y más radical para captar esos votos pero no es el único que se ha planteado hacerlo. A Toledo le fue muy bien en la primera parte de su campaña que estuvo centrada en esa redistribución de ingresos. El plan de gobierno de Castañeda dice “primero los que menos tienen”. Keiko Fujimori habla de un crecimiento para todos. Y hasta PPK propone subir el salario mínimo legal, aunque el y sus economistas crean que este remedio es peor que la enfermedad.
Como ha dicho Jorge Bruce en su columna, “es porque sucesivos gobiernos han sido incapaces de atender las demandas y necesidades de los más desprotegidos, en pleno boom de crecimiento macroeconómico, que nos encontramos en esta encrucijada (electoral). (…) las elecciones son el medio más eficiente para reparar en todo aquello que debió hacerse (…) y no se hizo. Si suprimimos esta notificación quinquenal, lo único que habremos logrado será negar la existencia de millones de peruanos que viven en condiciones inhumanas y carecen de oportunidades para competir en igualdad de condiciones”.
Cada cinco años, la democracia iguala a los desiguales. Si el país es todavía un mar de pobreza con islas de riqueza y crecimiento económico, eso se reflejara en las elecciones. Parece pues que García esta equivocado y que los excluidos son todavía la mayoría, dos o tres de cada cuatro electores. En 15 años quizás sean uno de cada cuatro o cinco electores, si hacemos que eso ocurra.
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