No votes por propuestas, vota por ideas
Por Juan Francisco Rojas
La difícil responsabilidad de definir un voto apremia a los peruanos. La prensa trata de hacer que los candidatos expongan sus propuestas, como una fórmula para mejorar la calidad de la elección. Nada más falso; las propuestas no ayudan, menos aún cuando los candidatos ofrecen lo que definitivamente no harán cuando tengan el poder.
Por eso, el voto debiera ser un proceso de reflexión sobre las ideas concretas de los candidatos y su idoneidad moral para cumplir lo prometido.
Es imprescindible conocer de éstos su pensamiento sobre la democracia: ¿Se renueva el Congreso por tercios? ¿Se mantiene la cámara única, amiga de las dictaduras? ¿La curul es del congresista, que puede cambiar de camiseta, o de la sociedad a quien debe revertir si dicho cambio se produce?; sobre el proceso legislativo: ¿Legisla el Parlamento o el Ejecutivo con Decretos Legislativos y Decretos de Urgencia? ¿Las leyes responden al interés de las mayorías o de los que son mejores y más poderosos gestionando sus intereses?; sobre los reguladores del mercado: ¿Se protege al consumidor o al proveedor? ¿Se privilegia la competencia o los precios abusivos en el mercado? ¿Se apuesta por la fiscalización de oficio de las promociones engañosas, mediciones falsas y facturación tramposa, o por la rentabilidad exorbitante de las empresas reguladas? Sobre las minorías: ¿Se respeta a las comunidades nativas o a las inversiones mineras? ¿Se fomentan los derechos laborales o el beneficio extraordinario del capital? ¿Se apuesta por la “competitividad” y la innovación en vez del extractivismo y el rentismo? ¿Se pagan derechos por el conocimiento tradicional a los pueblos nativos o se pagan regalías a los grandes laboratorios que se adueñan de estos conocimientos gratuitamente? ¿Se aplica la política del “perro del hortelano” o una que apueste por el crecimiento digno y el privilegio a los intereses nacionales?
Es imprescindible conocer el talante moral de los candidatos. ¿En cuántos procesos electorales la regla ha sido “una cosa es en campaña y otra en el gobierno”? ¿Cuántas veces el elector ha sentido que el candidato una vez elegido traiciona su voto? ¿Cuántas veces se ha prometido el cambio para que nada cambie? La consistencia moral de los candidatos es clave. Se hace necesario conocer: ¿Dónde están sus intereses económicos? ¿Quiénes los apoyan y quiénes estarían felices de su triunfo electoral? ¿Cómo han adquirido sus bienes y qué intereses de sus empleadores han defendido? ¿Cuál ha sido su trayectoria anterior en el caso de haber participado en el gobierno? ¿De qué vivirán cuando dejen el poder? ¿Quién financiará su bienestar futuro? ¿En su vida pública y privada muestran consistencia con sus ideas? ¿Podrían ser maestros de nuestros hijos?
La lectura de los planes de gobierno es imprescindible para una toma de decisión informada. Sin embargo, el pueblo elegirá sobre percepciones y afectos. De esto precisamente se nutre el lamentable espectáculo de las encuestadoras y de la prensa local. Quiera la sabiduría popular identificar sus intereses y votar por las ideas y por las personas con la capacidad moral para cumplir sus ofrecimientos.
El mercado –clave en la expresión de las ideologías – requiere modernidad de verdad, no la que se construye con la desaparición del Estado.
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