Inflación importada, ¿y qué?
Por Humberto Campodonico
Ayer el INEI dijo que la inflación de febrero fue 0,38%, luego que en enero fuera del 0,39% –la más alta en los últimos dos años–. Así, la inflación acumulada es 0.77%.
Lo que más ha subido es Alimentos y Bebidas, 1,5% en el bimestre, lo que duplica la inflación promedio de 0,77%. Y es lo que más se siente, ya que el peso de los alimentos en la canasta familiar es de 37,8%: de cada 100 soles que consume una familia, 37,8 soles se destinan a la alimentación.
También ha subido fuerte en el bimestre “Alquileres, Combustibles y Electricidad” (con un peso de 9,3%), si bien en febrero hay una baja de tarifas eléctricas. De su lado, Vestidos y Calzado sube 0,74% y dice el INEI que eso es “por efecto del inicio de la temporada escolar que incidió en mayores precios en buzos y uniformes escolares”.
En un año electoral, estas cifras no le van a gustar nada al Presidente, que se le ha pasado tratando de combatir la inflación con cualquier “arma” que le ofrecían los ministros de Economía. Por eso las enormes rebajas de aranceles, innecesarias porque la economía crecía fuerte –además de los TLC–, lo que los hacía innecesarios. Hoy tenemos menos ingresos tributarios y –mal que le pese al Presidente– más inflación.
Lo “nuevo” es que se posterga la actualización de la Banda de Precios de los Combustibles, con el objetivo de que no suba la gasolina. Pero la solución va por otro lado: consiste en eliminar la absurda política de Precios de Paridad de Importación (que encarece las gasolinas porque las vendemos aquí tomando como referencia los crudos caros de EEUU) para reemplazarla por los precios reales de los crudos que aquí se producen e importan.
También es importante tener en cuenta la “inflación oligopólica”, ya que nuestra economía se caracteriza porque, en casi todas las ramas productivas y de servicios, 3 o 4 empresas controlan el 60 a 70% del mercado. Y encima hay concertación de precios, como se ha visto en las medicinas.
Dicho esto, también es cierto que hay “inflación importada”, por el alza del precio del petróleo y, también, de los alimentos que importamos. Recordemos que esa cifra fue US$ 1.725 millones en el 2010, principalmente por soya, trigo, maíz y carnes.
Esta dependencia alimentaria a veces trata de ser escondida con el argumento de que la balanza comercial agrícola es positiva, ya que exportamos espárragos y paltas. Aquí el tema es que los que exportan son algunos pocos, mientras que los que comen alimentos son la mayoría. No hay que comparar papas con camotes.
No solo eso. En el Perú el peso de los alimentos en la canasta –que, como hemos visto, es de 37%– es uno de los más altos de la Región. En Colombia, Argentina, Chile y Brasil su ponderación está entre 20 y 25%. ¿Por qué? En buena medida porque los sueldos y salarios son más altos, lo que disminuye –aunque sea en algo– el impacto de las alzas de precios.
La disminución del poder adquisitivo que produce la inflación debería llevarnos a un reajuste del salario mínimo, es decir, al “efecto gatillo” que prevé la legislación actual. Pero, como sabemos, este gobierno se burla de esa institucionalidad y es García el que decide, al margen de los criterios legales y técnicos.
¿Es que la inflación continuará subiendo al ritmo del primer bimestre, con lo cual superaría largamente el 2.23% de los últimos 12 meses? Difícil, porque los precios internacionales tendrían que superar aún más los ya extraordinariamente altos precios actuales (algo que sí podría suceder con el petróleo, por geopolítica).
Y, también, porque la actual situación en Europa y EEUU “no da” para una segunda ronda de inflación (mayores salarios, lo que lleva a mayores expectativas y, ergo, a mayores alzas). Pero eso no quita que en esta coyuntura, lo más seguro es que la inflación de estos dos meses va a ser pieza importante de la campaña electoral. No importa si es, o no, importada.
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