“Emprendedores”: buena noticia, mala señal
Por Javier Iguiniz
Las cifras internacionales muestran que el nivel del Producto Interno Bruto per cápita de los países y la proporción de “emprendedores” en la Población Económicamente Activa en cada país, esto es, la Tasa de Actividad Emprendedora (TAE), tienen entre sí una relación negativa. En el gráfico que mostramos se presenta esa relación. Vamos a entender por “emprendedores” a los individuos que han iniciado una empresa o que ya la administran durante tres años y medio. Ese es el criterio que utiliza el GEM, entidad que con base en encuestas elabora estas cifras desde hace bastantes años.
Emprendimiento y riqueza nacional
Como puede observarse, los países ricos tienen una proporción muy baja de emprendedores. Noruega tiene una TAE de 7.7%, EEUU 7.6%, Alemania 4.2%, Italia llega a 2.3%. Por el contrario, entre los países encuestados con mayor TAE están Bolivia con 38.6%, Ghana con 33.9%, Angola con 32.4% y... Perú con 27.2%. En lugares intermedios de TAE se pueden encontrar los países más ricos de América Latina, China y bastantes otros. El Perú se encuentra, pues, más cerca en “emprendedurismo” de Uganda que de China o Chile. Entre los 59 países del mundo encuestados en el 2010, ocupa el sétimo lugar. Una alta Tasa de Actividad Empresarial es una mala señal, pues sugiere que se trata de un país pobre, incluso los paupérrimos tienen las tasas más altas.
Constatado lo anterior, podemos pasar a buscar explicaciones. La pista que podemos seguir con la información mostrada es sencilla y hasta simplista, pero la que relaciona una variable determinada con el nivel del PIB per cápita es una ruta explicativa tradicional en la disciplina económica.
¿A más emprendedores, más pobreza?
Descartando la existencia de otros factores, hay en principio dos maneras de leer esa relación estadística en términos causales. Una es la que afirmaría: “a más emprendedores, más pobreza económica nacional”. Si aceptáramos la sugerencia de causalidad que está implícita en esa frase podríamos creer que el aumento de los emprendedores, en quienes pensamos principalmente como los microempresarios informales, es causante de la ampliación de la pobreza.
Obviamente, no es difícil encontrar argumentaciones que le den cierto sentido a esa afirmación. Habría muchas. Por ejemplo, se puede considerar que la abundancia de microempresas hace de la competencia entre ellas muy dura, esta baja mucho los precios de los productos y obliga a los emprendedores a ajustar su consumo familiar para sobrevivir lo más posible en tal actividad, o para empezar otra actividad. La apuesta de quienes opinan que la abundancia de microempresas es dañina es casi exclusivamente por el impulso a las medianas y grandes con el consiguiente desinterés en las más pequeñas. Además pueden ver en esa pobreza un apoyo a la política que prolonga lo más posible la disponibilidad del “cholo barato” para las medianas y grandes empresas.
A más pobreza, más emprendedores
Quizá es más común leer esas cifras como indicadoras de que, más bien, “a más pobreza, más emprendedores”. Recurriendo a una conocida explicación microeconómica, podríamos entender esa frase recordando que los emprendedores tienden a ser pobres que no tienen otra opción que inventarse algún trabajo. A nivel social, la extensión de la pobreza económica y una demanda reducida por asalariados adecuadamente pagados dan lugar a la creación de actividades microempresariales, cosa que en ese contexto es casi siempre obligada por las circunstancias y ocurre con muy poco capital, con muy baja productividad y competitividad. Por eso casi siempre tienen que ser informales y precarias, de poca duración. En otros casos se hace de la necesidad virtud y se termina aceptando esa situación e incluso encontrándole un gran atractivo. Se trata de una variante de las “preferencias adaptativas” que se estudian en economía y que llevan a desconfiar de ciertas encuestas. Por eso las encuestas no logran afinar bien en la distinción entre informales por opción y por necesidad. En algunos casos más, esas iniciativas son producto de una voluntad de independencia, del deseo de no tener patrones, de ideas que producen ilusión, de vocaciones empresariales auténticas. Parecen no ser la mayoría de los microempresarios.
Por un nuevo debate
Esperamos que esas brevísimas y parciales disquisiciones indiquen suficientemente que el asunto es complejo. El “emprendedurismo” del que se trata en nuestros países es, en cantidad y en calidad, una manifestación de ingenio y de muchas otras cosas positivas, sin duda, y en ese sentido es una buena noticia. No se trata, sin embargo, de promover la mera expansión de lo que sobra. Y ello porque el fenómeno del “emprendedurismo” también es una expresión de la pobreza y del subdesarrollo de los países y, entonces, una mala señal. En general, se reduce conforme los países aumentan la producción y se hacen más productivos y competitivos. El capitalismo progresa reduciendo la proporción de empresarios en su sociedad. Menos proporción de emprendedores parecev ser una señal de progreso económico. Cantidad no es lo mismo que calidad y puede atentar contra ella.
Por ello las frecuentes y estimulantes historias de exitosos microempresarios deben venir acompañadas de más estadísticas sobre el proceso socio-económico de conjunto.
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