¿Milagro peruano? : Crecimiento, desigualdad, pobreza y democracia
La economía peruana ha crecido durante los últimos 8 años de manera continua y el último año logró capear el temporal internacional. Es un fenómeno inédito en la historia económica posterior a la segunda guerra mundial, más aún, las probabilidades que se siga creciendo en los próximos años son bastante altas. El Perú ha entrado en un ciclo de expansión de largo plazo. ¿Estaríamos frente al milagro peruano?
Es verdad que con un crecimiento promedio del producto per cápita por encima del 5% al año durante ocho años, varios problemas se comienzan a resolver y el país está cambiando. El tema es si los problemas se resuelven para todos y para quienes es el cambio. Aquí entramos entonces en la dinámica ya conocida de América Latina del crecimiento con desigualdad. El crecimiento basado en el modelo primario-exportador y de servicios (PESER) que ha resultado después de la reformas neoliberales en el Perú, reparte de manera desigual los beneficios del crecimiento, los sectores modernos, de gran escala, exportadores con mejor capital humano son los que se han beneficiado mucho más que los sectores tradicionales como los campesinos, los pequeños productores, los sectores que emplean mano de obra poco calificada. La regla parece ser clásica, se benefician aquellos sectores con mayores productividades y con mayores escalas productivas.
Por ello, la pobreza ha retrocedido con menor velocidad a la que va el crecimiento, y la desigualdad parece inconmovible, aunque sus determinantes hayan ido variando con el tiempo. Lo cierto es que una buena parte de la población tiene la percepción de que el crecimiento agregado no la ha beneficiado como a los otros. Esto genera una exclusión social, sobre todo por su débil participación en los mercados. Hoy un poco más del 55% de la población es asalariada, es decir pasa por el mercado de trabajo, sólo el 35% tiene acceso al crédito, sólo una minoría participa en el mercado de capitales, aunque la mayor parte esta inserta en la economía de mercado.
En la última década la economía peruana creció más de 50% y la pobreza retrocedió en 20%, al año 2010 la población que está bajo la línea de la pobreza es el 34% habiendo estado en 54% el año 2000. Esto ha demostrado que el crecimiento reduce la pobreza, sin embargo, con este ritmo se necesitará por lo menos dos décadas de crecimiento para terminar con ella. Este es un desafío.
Lo mismo no se puede decir de la desigualdad, pues los coeficientes Gini han disminuido levemente, en el mejor de los casos, pues la información estadística al respecto no es confiable. Sin embargo, si bien las extremas señales de desigualdad existentes en el Perú son preocupantes desde un punto de vista ético o político, en verdad no son altamente críticas siempre que haya movilidad social interna y migración de la fuerza laboral hacia el exterior, cosa que hoy con la crisis internacional se ha limitado, lo que podría cambiar el problema. Sin embargo, en el largo plazo una reducción de la desigualdad es imprescindible para consolidar y estabilizar social y económicamente el Perú. Una menor desigualdad con menores niveles de pobreza genera una demanda efectiva mayor que se constituye en un factor de inversión para el mercado interno, lo que genera mayor empleo e integración y permite entrar en el círculo virtuoso del desarrollo, es decir del crecimiento con redistribución.
Por alguna razón, la desigualdad retrocede en los periodos de recesión y se incrementa en los periodos de bonanza económica. El actual modelo económico no parece haber afectado esta situación, lo que sí nos parece que ha cambiado son los determinantes de la desigualdad, que son la concentración de la propiedad de los bienes de capital, las tecnologías ahorradoras de trabajo y la extrema desigualdad educativa. Sin embargo, la principal característica del modelo es que no tiene mecanismos endógenos para resolver los problemas de desigualdad y exclusión, por ello la intervención del Estado es imperiosa, pero éste no tiene los recursos suficientes para poder redistribuir y la estructura política no favorece a la redistribución por medios políticos, dada la crisis de representación política no resuelta desde los años 90.
ORIGENES DEL NUEVO CRECIMIENTO.
A finales de los años ochenta, el Perú atravesó una crisis productiva y distributiva combinada, es decir una crisis estructural. La reestructuración vino por el lado productivo, el Perú se hizo un país más minero, más de servicios, acompañados por un boom de construcción al que no estábamos acostumbrados y, en los últimos años, un incremento del sector industrial vinculado a la agro-exportación y a los servicios. Una característica importante de esta reestructuración fue que estos sectores no tuvieron capacidad creadora de empleo en magnitudes importantes, la tecnología utilizada por todos ellos, salvo la agro-industria, ha tendido a ahorrar mano de obra. Además, dichos sectores no compran materias primas u otros insumos a otros sectores domésticos en magnitudes considerables, en consecuencia, el efecto multiplicador de las inversiones en el empleo ha sido limitado. Esta es la razón por la que existe, de manera latente en la población, la sensación de que uno de los principales problemas en el Perú es la falta de empleo adecuado o decente, es decir, formal, con salarios adecuados y buenas condiciones de trabajo; lo que hay son malos empleos informales, mal pagados y sin ningún beneficio social. Es evidente que el problema del desempleo y sub empleo existente es la primera causa de que el crecimiento económico no se redistribuya. La verdad de esta situación se ilustra en la reciente dinámica de departamentos como Ica y la Libertad, donde las inversiones hechas generan una mayor demanda de trabajo, en consecuencia se tiene la sensación de reducción de la pobreza y de la desigualdad, algunas estadísticas lo corroboran.
La reestructuración productiva no resolvió la crisis distributiva y la pobreza por dos razones: i) porque los niveles de pobreza y la inequidad distributiva precedentes habían alcanzado niveles no vistos antes, por lo menos si tomamos en cuenta las estadísticas a mano. Enfrentarlos habría requerido de un gran esfuerzo público y privado, lo que era imposible en un país quebrado, ii) porque la nueva estructura productiva no ha logrado generar los eslabonamientos entre sectores y territorios capaces de generar más mercados de trabajo y de capitales, es decir, esta estructura no logra integrar hasta ahora más sectores a través de más mercados. En consecuencia, pese a tasas de crecimiento macroeconómico por encima del 8% al año, estas no son suficientes como para promover mayor empleo e ingresos y, en consecuencia, para reducir la desigualdad , dada la envergadura de la pobreza previa, la aún importante tasa de crecimiento demográfico y a una nueva estructura productiva de capacidad limitada para crear empleo, en el conjunto de la economía y de las regiones.
La situación es pues compleja, sobre todo porque se suponía que el ajuste estructural neoliberal debería haber logrado que los mercados funcionaran de manera fluida, que la generación de empleo sería tarea íntegra del sector privado y que el Estado debería ocuparse solamente de las políticas sociales y de reducir la pobreza, dada la reducción de sus funciones. Todo esto no ha sucedido, como la teoría neoclásica lo preveía. Lo que se ha alcanzado es un robusto crecimiento económico jalado por la demanda internacional de materias primas, la libre afluencia de capitales y las inversiones en sectores de altísima rentabilidad determinada por la demanda de materias primas debido al crecimiento de China, India, Europa y Estados Unidos de antes del 2008. Es pues un crecimiento muy dependiente de factores exógenos, es decir, sobre los cuales ni el sector privado ni el sector público peruano tienen capacidad de influir. El modelo económico peruano primario exportador y de servicios tiene pocas fuentes autónomas de crecimiento, lo que hace que todos los avances en reducción de la pobreza y ligera disminución de la desigualdad puedan ser fácilmente revertidos en la próxima crisis de balanza de pagos.
¿MILAGRO PERUANO?
El Perú ha cambiado y sigue cambiando al compás de estos procesos. Hoy es un país con un nuevo modelo económico, con nuevos sectores sociales, con un predominio del sector privado, con un estado aún pequeño y débil, con dificultades de reformarse. La democracia permite mayores libertades de expresión de descontentos y apoyos al modelo, la población va descubriendo sus derechos y sus deberes, parece estar emergiendo una nueva clase media proveniente de profesionales, empresarios y técnicos ligados a los sectores de servicios, la cultura del riesgo se va implantando poco a poco, al mismo tiempo que el peruano promedio se hace más individualista.
Todo esto parece un milagro, en un país acostumbrado a la pendularidad en las políticas económicas y en la política, a alzas y bajas económicas, a altas tasas de inflación. También es un milagro que con tanto crecimiento con desigualdad, las protestas populares no hayan puesto en jaque el sistema democrático y esto es porque el Estado en sus tres niveles de gobierno ha tenido más recursos para construir la infraestructura básica, mejorar los servicios sociales y asumir nuevos roles Sin embargo, ya con una economía estable, con crecimiento, con baja inflación, es necesario pasar a una etapa de priorización de la educación superior y técnica, de políticas sectoriales que permitan un crecimiento territorial más equilibrado, una política de inversiones descentralizada y una política de alianzas internacionales para favorecer una mejor inserción en los mercados internacionales. Quizás entonces hablemos en serio del milagro peruano, cuando la pobreza se haya reducido a menos del 10%, la desigualdad social y territorial tenga Gini’s de menos del 0.4, cuando la tasa de asalariamiento sea superior al 65%, es decir, cuando los peruanos no quieran irse del Perú. Todo esto manteniendo y perfeccionando el régimen democrático, pues entonces los cambios habrán sido participativos y representativos, entonces estaremos frente al milagro peruano sin la menor duda.
AUTOR : Efraín Gonzáles de Olarte, Economista PUCP
FUENTE : BLOG DEL AUTOR
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