Medida y Crisis (Parte I)
Para estudiar y describir los principales fenómenos económicos y sociales de una economía, resulta esencial el desarrollo de modelos, pues éstos permiten organizar, sistematizar e interpretar la información que podemos tener disponible.
Aunque sólo los especialistas conocen la lógica y procedimientos de estos sistema de medida, no por ello podemos concluir que su relevancia sea limitada. Por el contrario, parecen despertar , en la era de la información, un interés inusitado. Pero no es esta cualidad la característica esencial de este curioso fenómeno sino el hecho de que éste posea un carácter general. En efecto, los resultados de estos sofisticados sistemas contables parecen dominar la dinámica de la investigación científica, inspirar los planes de las administraciones públicas, motivar el entusiasmo de los inversionistas internacionales, satisfacer la condicionalidad requerida para acceder a un préstamo, y justificar las acciones de política de los gobiernos nacionales.
Desafortunadamente, la popularidad de una construcción social y, en especial, su uso difundido, no es un proceso que venga acompañado por una conciencia plena de los principios que norman su estructura, los problemas que llevaron a su creación ni, sobre todo, de los límites intrínsecos a su diseño mismo. En efecto, la difusión de una determinada práctica presupone cierto grado de automatismo e imprecisión en su uso y, sobre todo, el uso creciente de interpretaciones metafóricas, ya que son éstas las que permiten la ampliación constante del sentido y así extender las dimensiones de su aplicación.
En efecto, los sistemas que ha desarrollado la economía política para medir los principales hechos económicos son sólo un tipo especifico de lenguaje humano, un idioma artificial cuya estructura no es muy diferente, a otros que se desarrollaron en eras anteriores a la nuestra
Nos dice Michael Foucault, en el prefacio de Las Palabras y las Cosas, que los códigos fundamentales de una cultura, fijan de antemano los órdenes empíricos que reconocerá. En esta misma obra, también que este reconocimiento es arbitrario, pues es posible identificar, en el tiempo y el espacio, un gran número de estos sistemas de organización de la realidad empírica.
En este mismo prefacio, Michael Foucault, indica que llegó a esta conclusión después de leer un ensayo de Borges, El Idioma Analítico de John Wilkins, que describe la lengua artificial diseñada en el siglo XVII por este estudioso británico. Formar un idioma general para organizar y abarcar todos los pensamientos humanos puede parecer una empresa curiosa, pero ¿no son estas ambiciosas pretensiones equivalentes a aquellas postuladas por los nuevos sistemas de medida? En el idioma analítico, todo el universo es dividido en cuarenta categorías, subdivisibles cada una de ellas en diferencias, subdivisibles a su vez en especies. A cada género se le asigna un monosílabo de dos letras; a cada diferencia, una consonante; a cada especie, una vocal. De la misma forma, el sistema de contabilidad nacional, divide la actividad económica con la Clasificación Industrial Uniforme de todas las Actividades Económicas (CIIU, Rev3), y el objetivo de la misma es permitir a los países producir estadísticas comparables a nivel internacional. En esta lengua contable, también todas las actividades económicas son subdivididas en secciones, divisiones, grupos y clases. A cada sección se le asigna una letra, pero se utilizan guarismos para denotar los órdenes empíricos inferiores. Quizás, la única diferencia importante que exista entre la lengua contable y el idioma de Wilkins sea el hecho de que en este último es posible utilizar las palabras fundamentales para definir otras palabra mientras que esta posibilidad no existe en la lengua de los contadores sociales. Sin embargo, esta deficiencia del diseño, se intenta remediar mediante revisiones periódicas que introducen nuevas actividades económicas y descartan todas las que pierden importancia.
Pero como objeta Borges, un examen detallado de las distintas divisiones revela con facilidad la ambigüedad y arbitrariedad del procedimiento. Por ejemplo, en el idioma analítico, los metales se clasifican en imperfectos, artificiales, naturales y recrementicios; en la lengua contable podemos encontrar similar ambigüedad en el tratamiento de las industrias dedicadas a la producción de materias primas. En efecto, los autores de la clasificación internacional uniforme decidieron que la comparación internacional requería separar de la Agricultura, Minería o Pesca, la etapa final del proceso de producción de las principales materias primas. Por ejemplo, se suele distinguir en la actividad minera una fase extractiva, incluida en este sector, y una etapa de refinación que pertenece a la manufactura; similar tratamiento se otorga al petróleo, la harina de pescado, el algodón, el café, la carne y el azúcar. Como no existen mercados organizados, para ninguno de estos productos, el cálculo de su valor , se basa en convenciones que consagra la costumbre. No se trata de un punto trivial, porque la aplicación mecánica de los principios de la lengua contable, especialmente en la economías de América Latina, puede llevarnos a conclusiones absurdas. En efecto, cuando utilizamos los principios de la lengua contable para estudiar la composición de las exportaciones peruanas, llegamos a la conclusión de que el Perú es un país exportador de productos manufacturados.
¿Expresan únicamente estas alarmantes conclusiones una limitación inherente a toda lengua humana o esconden éstas un proceso social más fundamental? Hago la pegunta porque una lectura de la historia de la ciencia nos revela que la empresa de John Wilkins puede ser más general que lo imaginamos a primera vista. Guiado por un entusiasmo similar, el gran matemático alemán, David Hilbert, en el Congreso Internacional de Matemáticos que se celebró en París a principios de 1900s, propuso a los asistentes un proyecto de investigación para basar las matemáticas en bases sólidas y completamente lógicas. Su propuesta tomo forma definitiva, cuando se transformó en el programa de Hilbert, acometer esta empresa mostrando que toda la matemática se sigue de un sistema de axiomas escogidos correctamente ; y , en la posibilidad de probar la consistencia de los mismos. Desafortunadamente, este intento que buscaba eliminar toda incertidumbre teórica de las matemáticas, creando una lengua artificial, terminó acabó en derrota., cuando en 1931, Gödel , demostró el teorema de la incompletitud, del cual se deducía que el programa de Hilbert era imposible, ya que con un sistema finito de axiomas, no era posible el carácter no contradictorio de ningún lenguaje formal.
¿No nos dice Borges algo similar cuando n os indica que en las remotas páginas de la enciclopedia china Emporio celestial de conocimientos benévolos, divide a los animales en " (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados , (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas", o, cuando comenta la caótica parcelación del universo del Instituto Bibliográfico de Bruselas? Puede ser, pero también , con estos ejemplos, nos ayuda a responder a la pregunta que hicimos inicialmente.
AUTOR : Bruno Seminario
FUENTE : LOS CANTOS DEL CHIVO MORIBUNDO
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