Concursos de Belleza y Pronósticos Económicos 2010...
Por estos días, como todos los años, resucita el diminuto Nostradamus que habita en las entrañas de los economistas. Cada cual pronosticará, cuando menos, la tasa de creclmiento económico, el tipo de cambio y la inflación que proyecta para fines del año que se inicia esta medianoche. Los estilos para hacerlo varían: los apurados, a ojo de buen cubero; los sofisticados, con modelos macroeconométricos; y los más experimentados, por olfato.
Curiosamente, sin embargo, cada año y como tendrá oportunidad de comprobarlo durante las próximas semanas, las cifras de las proyecciones que presentará cada uno se parecerán mucho entre sí, a pesar de la diferencia de métodos. ¿A qué puede deberse tanta coincidencia, cuando se tiene que considerar una miríada de variables? Para que ello suceda, diría Ud., todos tendrían que tener una misma respuesta a las interrogantes que se plantean para este año. En el ámbito internacional: ¿Quién puede predecir en cuánto subirá o caerá el precio del petróleo o el del oro? ¿Quién sabe si Obama propiciará un ajuste drástico o paulatino de su gigantesco déficit fiscal? ¿Quién si China revaluará o no el yuan? ¿Quién si aumentará la turbulencia mundial, quizás por una crisis que se desatará en algún país este-europeo o de uno de los BRIC o de Mefistolandia?
A lo que se añaden los complicados aspectos domésticos: ¿Cuál será el apetito de los ‘espíritus animales’ de los empresarios autóctonos en torno a la inversión? ¿Y la inversión extranjera? ¿Concesiones? ¿Seguirán endeudándose peligrosamente los consumidores? ¿Qué efectos tendrá el Niño? ¿Se seguirá revaluando el sol respecto al dólar? Y, con elecciones regionales y presidenciales ad portas, ¿escapará el gobierno a la tentación de iniciar un ‘ciclo político de la economía'? Más aún: ¿A cuántos grados en la escala de Richter nos llevarán los conflictos y movilizaciones sociales?
Dadas las dificultades para preveer tan complicadas cuestiones u otros sucesos poco probables, como algún terremoto, guerra, quema del Congreso o invasión de langostas u OVNIS, los economistas terminan comportándose como los jueces de algún concurso de belleza, en el sentido que le daría Keynes. En su opinión, cada miembro del comité evaluador elegirá, “no los semblantes que él mismo considere más atractivos, sino los que cree que serán del agrado de los demás”; es decir, los economistas “dedicamos nuestra inteligencia a anticipar lo que la opinión promedio espera que sea la opinión promedio”. Así, por lo demás, nadie quedará mal, por equivocados que resulten las proyecciones. Tal como sucedió este año en que todos los gurúes domésticos e internacionales aseguraban que creceríamos entre 5 y 6%. Por supuesto que toda regla tiene una excepción: Waldo Mendoza (más conocido como el Nouriel Roubini peruano), profesor de la PUCP, predecía que creceríamos a menos del 1%, ya en octubre 2008. Lo que sucedió precisamente porque no pertenecía al Jurado, el que por supuesto lo consideraba –por decir lo menos- un despistado.
AUTOR : JURGEN SCHULDT
FUENTE : MEMORIAS DE GREGORIO SAMSA
AUTOR : JURGEN SCHULDT
FUENTE : MEMORIAS DE GREGORIO SAMSA
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