EE.UU. propone una reforma para proteger a la economía de los vaivenes de las finanzas
El presidente estadounidense, Barack Obama, reveló ayer una amplia reforma que abarca prácticamente todos los rincones del sistema financiero, desde la forma en que los consumidores utilizan sus tarjetas de crédito a cómo los grandes bancos compiten en el exterior.
La propuesta de Obama contempla importantes cambios en la forma en que el gobierno supervisa los mercados financieros y exhorta al Congreso a que otorgue nuevos poderes a la Reserva Federal para controlar grandes instituciones. Se trata, en resumidas cuentas, de hacer algo que la historia sugiere es muy difícil: atenuar la tendencia del sistema financiero a desbarrancarse.
El objetivo de lograr la "estabilidad" está imbuido en los planes de Obama. La palabra aparece 53 veces en su borrador de 88 páginas. Su propuesta, de ser aprobada por el Congreso, obliga a los bancos a mantener mayores reservas de capital para afrontar cualquier contratiempo, reduciendo los fondos disponibles para realizar apuestas riesgosas. También le exige a las entidades que otorgan hipotecas que se queden con una parte de los préstamos que venden y desvincula la remuneración de los ejecutivos de la industria financiera de las prácticas arriesgadas.
La meta final es controlar las alzas del mercado y suavizar las inevitables caídas. Los períodos de auge y caída financieros han abundado en los últimos 25 años. Pero hasta que comenzó la crisis de crédito, en 2007, parecían haberse vuelto más benignos, al menos para EE.UU. El crash bursátil de 1987, la debacle de las instituciones de ahorros y préstamos a fines de los 80, las crisis de los mercados emergentes de los 90 y el bajón tecnológico de esta década aparecieron y desaparecieron dejando como huella sólo dos recesiones moderadas en EE.UU.
La recesión actual, sin embargo, ha puesto de relieve ante Obama y su equipo económico la amenaza que representa la inestabilidad de los mercados financieros para la economía. Lawrence Summers, el principal asesor económico de Obama, suele hablar de crear nuevos cimientos para una economía menos propensa a las burbujas. "Durante las dos últimas décadas, hemos visto, una y otra vez, ciclos de auges y caídas precipitadas", afirmó Obama el miércoles. "En cada caso, las vidas de millones de personas han sido profundamente afectadas por los sucesos del sistema financiero, de forma más severa en nuestra crisis reciente".
La Reserva Federal (Fed) quedaría en el centro de la iniciativa, con nuevas facultades para regular las instituciones financieras que amenacen la estabilidad de la economía. Los mercados de derivados que se autorregulaban, bajo la premisa de que ayudan a que el sistema financiero tenga una mayor resistencia, ya no estarán en esa situación. La Fed también analiza si puede hacer algo más para desinflar las burbujas financieras antes de que crezcan demasiado.
"El corazón de esta propuesta de reforma es proteger el sistema cuando... se produce una nueva burbuja y luego revienta", afirmó Robert Litan, un experto de Brookings Institution. "La esperanza es que la próxima vez haya algunas advertencias".
El desafío es hacerlo sin sofocar la innovación de Wall Street ni el crecimiento de la economía. Algunos funcionarios del gobierno de Obama lo denominan la "frontera escurridiza".
"Debemos tener en cuenta que la búsqueda singular de la estabilidad, por bien intencionada que sea, puede tener como resultado que nuestra economía sea menos productiva, con menos capacidad de adaptación y de corregirse a sí misma, y, de esta forma, menos capaz de concretar sus atractivas promesas", señaló Kevin Warsh, un gobernador de la Reserva Federal y ex funcionario del gobierno de Bush, durante un discurso esta semana.
Otro problema inevitable son las consecuencias no buscadas. Por ejemplo, restricciones más severas sobre bancos o aseguradoras podrían desviar el dinero hacia mercados menos regulados, como las inversiones de capital privado, los fondos de cobertura o instituciones domiciliadas offshore.
También existe el riesgo de que el gobierno, en su empeño por responder a la última crisis, no advierta la próxima. "El próximo problema no serán los valores respaldados por hipotecas", asegura Raghuram Rajan, profesor de finanzas de la Escuela de Negocios Booth, de la Universidad de Chicago. "Será otra cosa".
"Se puede ajustar el control en un área, aumentar la regulación, pero si el incentivo subyacente de tomar riesgos excesivos no se mitiga de alguna forma, se trasladará a otra cosa", dice Rajan.
Por ese motivo, la Casa Blanca quiere que la Fed pueda supervisar las políticas de compensación de los altos ejecutivos de las grandes instituciones financieras, para asegurarse de que no crean incentivos perversos.
Pero por cada acción en Washington hay una reacción en Wall Street. Controlar los sueldos podría tener como efecto que los mejores y más brillantes profesionales de Wall Street abandonen sus puestos para irse a una nueva área de las finanzas que aún nadie ha imaginado.
AUTOR :Jon Hilsenrath
FUENTE : WALL STREET JOURNAL
La propuesta de Obama contempla importantes cambios en la forma en que el gobierno supervisa los mercados financieros y exhorta al Congreso a que otorgue nuevos poderes a la Reserva Federal para controlar grandes instituciones. Se trata, en resumidas cuentas, de hacer algo que la historia sugiere es muy difícil: atenuar la tendencia del sistema financiero a desbarrancarse.
El objetivo de lograr la "estabilidad" está imbuido en los planes de Obama. La palabra aparece 53 veces en su borrador de 88 páginas. Su propuesta, de ser aprobada por el Congreso, obliga a los bancos a mantener mayores reservas de capital para afrontar cualquier contratiempo, reduciendo los fondos disponibles para realizar apuestas riesgosas. También le exige a las entidades que otorgan hipotecas que se queden con una parte de los préstamos que venden y desvincula la remuneración de los ejecutivos de la industria financiera de las prácticas arriesgadas.
La meta final es controlar las alzas del mercado y suavizar las inevitables caídas. Los períodos de auge y caída financieros han abundado en los últimos 25 años. Pero hasta que comenzó la crisis de crédito, en 2007, parecían haberse vuelto más benignos, al menos para EE.UU. El crash bursátil de 1987, la debacle de las instituciones de ahorros y préstamos a fines de los 80, las crisis de los mercados emergentes de los 90 y el bajón tecnológico de esta década aparecieron y desaparecieron dejando como huella sólo dos recesiones moderadas en EE.UU.
La recesión actual, sin embargo, ha puesto de relieve ante Obama y su equipo económico la amenaza que representa la inestabilidad de los mercados financieros para la economía. Lawrence Summers, el principal asesor económico de Obama, suele hablar de crear nuevos cimientos para una economía menos propensa a las burbujas. "Durante las dos últimas décadas, hemos visto, una y otra vez, ciclos de auges y caídas precipitadas", afirmó Obama el miércoles. "En cada caso, las vidas de millones de personas han sido profundamente afectadas por los sucesos del sistema financiero, de forma más severa en nuestra crisis reciente".
La Reserva Federal (Fed) quedaría en el centro de la iniciativa, con nuevas facultades para regular las instituciones financieras que amenacen la estabilidad de la economía. Los mercados de derivados que se autorregulaban, bajo la premisa de que ayudan a que el sistema financiero tenga una mayor resistencia, ya no estarán en esa situación. La Fed también analiza si puede hacer algo más para desinflar las burbujas financieras antes de que crezcan demasiado.
"El corazón de esta propuesta de reforma es proteger el sistema cuando... se produce una nueva burbuja y luego revienta", afirmó Robert Litan, un experto de Brookings Institution. "La esperanza es que la próxima vez haya algunas advertencias".
El desafío es hacerlo sin sofocar la innovación de Wall Street ni el crecimiento de la economía. Algunos funcionarios del gobierno de Obama lo denominan la "frontera escurridiza".
"Debemos tener en cuenta que la búsqueda singular de la estabilidad, por bien intencionada que sea, puede tener como resultado que nuestra economía sea menos productiva, con menos capacidad de adaptación y de corregirse a sí misma, y, de esta forma, menos capaz de concretar sus atractivas promesas", señaló Kevin Warsh, un gobernador de la Reserva Federal y ex funcionario del gobierno de Bush, durante un discurso esta semana.
Otro problema inevitable son las consecuencias no buscadas. Por ejemplo, restricciones más severas sobre bancos o aseguradoras podrían desviar el dinero hacia mercados menos regulados, como las inversiones de capital privado, los fondos de cobertura o instituciones domiciliadas offshore.
También existe el riesgo de que el gobierno, en su empeño por responder a la última crisis, no advierta la próxima. "El próximo problema no serán los valores respaldados por hipotecas", asegura Raghuram Rajan, profesor de finanzas de la Escuela de Negocios Booth, de la Universidad de Chicago. "Será otra cosa".
"Se puede ajustar el control en un área, aumentar la regulación, pero si el incentivo subyacente de tomar riesgos excesivos no se mitiga de alguna forma, se trasladará a otra cosa", dice Rajan.
Por ese motivo, la Casa Blanca quiere que la Fed pueda supervisar las políticas de compensación de los altos ejecutivos de las grandes instituciones financieras, para asegurarse de que no crean incentivos perversos.
Pero por cada acción en Washington hay una reacción en Wall Street. Controlar los sueldos podría tener como efecto que los mejores y más brillantes profesionales de Wall Street abandonen sus puestos para irse a una nueva área de las finanzas que aún nadie ha imaginado.
AUTOR :Jon Hilsenrath
FUENTE : WALL STREET JOURNAL
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