LA CRISIS HIPOTECARIA ESTALLO Y LA ECONOMIA MUNDIAL SE TAMBALEA

¿No es bueno tu crédito? No te preocupes, tenemos el préstamo que necesitas para la casa de tus sueños". Este tipo de anuncios se emitían aún en Estados Unidos el 9 de agosto de 2007, cuando el sistema financiero internacional se paralizó por el temor a los efectos de unas hipotecas hasta entonces poco conocidas.

Un año después, las hipotecas "subprime" o de alto riesgo han pasado a estar en boca de todos no sólo por sus criterios de concesión "basura" -fueron dadas a clientes Ninja ("no income, no job, no asset", o lo que es lo mismo, sin renta, sin trabajo y sin activos)- sino también por haber provocado la mayor crisis desde la Gran Depresión de 1929.

Así lo han manifestado en este tiempo personalidades como el multimillonario George Soros o el español Rodrigo Rato, ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), organismo que en abril cifró en 945.000 millones de dólares las pérdidas que ocasionarían los préstamos "subprime" para los primeros perjudicados y causantes de la crisis: los bancos.

De momento, los pesos pesados a nivel internacional -desde Citigroup al HSBC, pasando por Royal Bank of Scotland, Deutsche Bank o UBS- llevan anunciadas pérdidas por valor de 223.000 millones de dólares por la depreciación de sus activos, fundamentalmente bonos hipotecarios conocidos con el exótico nombre de "collateral debt obligations" (CDO).

Precisamente, esos instrumentos fueron los que dispersaron a nivel mundial el riesgo de las hipotecas "subprime", dando lugar a una crisis que ha hundido las bolsas, que ha disparado el crudo un 103% desde los 72 dólares de hace un año a los 146 dólares de julio, y que el FMI espera que desacelere el crecimiento mundial desde el 5% de 2007 al 3,9% de 2009.

Créditos a personas de dudosas solvencia

El negocio con tara de los CDO se gestaba así: una entidad financiera, ya fuera directamente o a través de un "broker", concedía un crédito hipotecario a una persona de dudosa solvencia, que en condiciones normales ni siquiera hubiera podido soñar con comprar una casa.

Los últimos puntapiés al manual más básico de control de riesgos se daban al ofrecerles un tipo de interés muy bajo durante los dos primeros años, que se esfumaba posteriormente y pasaba a ser de dos dígitos.

Ese préstamo de riesgo era revendido a otra entidad en forma de deuda hipotecaria y empaquetado con otros créditos de calidad que se vendían a inversores, lo que permitía al banco que había concedido el crédito quitarse de encima el riesgo y obtener liquidez para seguir prestando.

La apariencia de seguridad la terminaban dando las agencias de rating, que asignaban calificaciones apetecibles a esos productos, dado que las posibilidades de impago del paquete eran mínimas. O eso creían hasta que los tipos de interés subieron en EEUU y la morosidad empezó a hacer estragos.

Era un accidente que tenía que suceder

Estos doce meses han servido, sobre todo, para buscar culpables. Primero fueron las agencias de calificación como Standard and Poor's y Moody's por haber asignado la máxima calidad a bonos de deuda hipotecaria que no la merecían.

La base fueron sus modelos matemáticos de cálculo de probabilidades, los mismos modelos que se volvieron locos en Goldman Sachs por "circunstancias que ocurrían sólo una vez cada 100.000 años" y provocaron pérdidas del 30% del valor de uno de sus fondos en sólo una semana.

Los reguladores también se han ganado a pulso las críticas después de que Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal de EEUU, se limitara a reconocer en público que el estallido de las "subprime" "era un accidente que tenía que suceder", al que no puso coto con mayores controles de riesgo y obstáculos a la innovación financiera.

En vez de eso, su política de bajos tipos de interés allanó el camino para que el Gobierno de George W.Bush se lanzara en 2002 a acercar el "sueño americano" de tener una vivienda a 5,5 millones de estadounidenses hasta 2010.

Los créditos "subprime" crecieron como la espuma, y ya se han convertido en la pesadilla de 7,2 millones de familias estadounidenses (de las que el 14,44% son morosas, según el Centro para el Crédito Responsable) y del resto del mundo.

Un año después de aquel fatídico 9 de agosto, lo cierto es que a los reguladores se les olvidó seguir el principio que guió al presidente Ronald Reagan en los acuerdos sobre armas nucleares con la Unión Soviética: "Confía, pero verifica".

Varios cadáveres en el camino

Sólo intervinieron con inyecciones de liquidez cuando los bancos se encontraron sin financiación porque todos tenían miedo de prestarse entre sí.

Esa desconfianza ha sembrado de cadáveres el camino. Primero fueron las empresas especializadas de EEUU, como New Century; después, entidades europeas como el IKB alemán o el Northern Rock británico, y después un gigante como Bear Stearns, que tuvo que ser rescatado por JP Morgan.

El pasado mes de julio, el Gobierno de Bush también salió al rescate de las hipotecarias públicas Fannie Mae y Freddie Mac, que tienen en sus manos casi la mitad del endeudamiento hipotecario nacional de 12 billones de dólares.

De toda esa tensión han sido fiel reflejo las bolsas, cuyas caídas van del 15% del Dow Jones, el principal índice de Wall Street, al 21,5% de pérdidas del español Ibex -35, pasando por el japonés Nikkei, que se deja casi un 23%.

¿Y cuando veremos la luz al final del túnel? Prepárense, porque el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz prevé otros dos o tres años de sufrimiento. Y ya saben que los economistas aciertan sólo a veces.
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